Madre ayudando a su hijo
Fecha: 04/01/2019,
Categorías:
Incesto
Autor: aviacion, Fuente: CuentoRelatos
Realmente no sé cómo empezar. Quiero contar la historia de amor que vivo con mi hijo. Quiero ser sincera. Pero no sé como comenzar a contarlo. Me llamo Marta, tengo 45 años, soy viuda desde hace 10. No es que no quiera hablar de mi marido. Se portó bien conmigo y nos quisimos mucho. No me arrepiento de nada, absolutamente nada, que hice con él. Pero para decir la verdad, mi verdadero amor lo descubrí cuando él murió, cuando tras aquel accidente nos dejó solos a Paco, mi hijo, y a mí. Había tenido una vida placentera junto a mi marido. Como he dicho nos quisimos mucho. Me casé con él con 19 años, embarazada de Paco, al que tuve con apenas 20. No tuvimos más hijos no porque no quisiéramos tenerlos, sencillamente porque no vinieron. Como he dicho con 35 años enviudé. Mi vida cambió a partir de ese momento. Y eso es lo que pretendo contar, tal vez como una especie de terapia individual e íntima que deseo compartir con todos vosotros. No pretendo que nadie me dé consejos, la decisión está tomada y más que tomada. No tengo ningún sentimiento de culpa. Ni mi hijo tampoco. Somos felices, disfrutamos juntos y estamos tremendamente enamorados. Es un amor el que sentimos total, absoluto. Eso es lo que quiero ir contando. Como he dicho no quiero consejos, pero sí opiniones. A favor o en contra. Sé que habrá gente que me comprenda. Sé que otros pensarán que lo que cuento o es ficción o es una aberración. Allá ellos. Estoy decidida, firmemente decidida, a contar mi historia. Vamos allá. ...
... Cuando murió mi marido, Paco, con 15 años, era un chico jovial, deportista. Guapo. Un adolescente sin mayores problemas que los normales en un joven de su edad. Sano. A los dos, a él y a mí, la muerte de su padre nos descolocó en el plano emocional. Yo me sumí en una tristeza, en una depresión, en un vacío existencial. Me encontraba sola, con un hijo en edad adolescente que aún necesitaba la figura paterna como referencia. Yo no había trabajado nunca. Siempre había estado en casa. No es que quiera decir que en casa no se trabaja, las amigas que me lean saben de sobra que se trabaja y posiblemente más. Pero no tenía ninguna experiencia laboral. Gracias a los contactos que mi marido tenía, no me resultó difícil un trabajo en una oficina en horario continuado, lo que me permitía mantener un control suficiente sobre Paco. Poco a poco mi estado de ánimo fue mejorando. Veía la vida de otra manera. El salir de casa me ayudó. Paco, sin embargo, bajó en su rendimiento escolar. No demasiado, pero sí lo bastante como para que tuviéramos una tarde una pequeña conversación: -Debes estudiar más, las notas han empeorado este trimestre? le dije. -Mamá, lo intento. Te juro que lo intento pero a veces me resulta muy difícil concentrarme, me acuerdo mucho de papá- -Yo también, cielo, pero tenemos que continuar con nuestra vida. Es así por mucho que nos duela- A Paco le estaba costando más que a mi volver a la normalidad en su vida. Tampoco es que estuviera especialmente unido a su padre. Debió de ...