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12 horas de hace 35 años
Fecha: 11/01/2019, Categorías: Confesiones Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... dos a la vez. Noté los espasmos de su polla en mi entrepierna. Vi nuestro semen caer sobre su pecho y su vientre. No fue una gran corrida porque yo estaba casi "seco", pero la suya fue considerable. Nuestro movimiento continuaba aunque cada vez más lento. Nuestras manos se encontraron y los dedos se entrelazaron con fuerza. Me dejé caer despacio sobre él, resbalando con mi pecho por el suyo gracias al semen depositado hasta que nuestros labios volvieron a unirse en uno de los besos de los que mejor recuerdo guardo. Un beso con mucho sentimiento, de los que se dan muy pocas veces. De los de verdad. Sus manos alborotaban mis cabellos y las mías los suyos. Creo que los dos abrimos los ojos a la vez y fue cuando ambos nos dimos cuenta de que gruesas lágrimas resbalaban por nuestras mejillas. ¿Por qué llorábamos? Aún hoy me da miedo saber la respuesta a ésta pregunta. Lamí sus lágrimas y él a mi las mías y fue cuando se me escapó el decirle"¡Te quiero!". Mirándonos fijamente a los ojos seguimos besuqueándonos lamiendo las lágrimas que aún mojaban nuestras mejillas. Me sentía plenamente entregado a alguien de mi mismo sexo. ¡Y me gustaba! Volví a resbalar por su pecho hacia abajo. Quería volver a sentir su polla aunque inerte en mis manos. Mirándole a los ojos se la cogí. Él parecía rendido, muy relajado. La acaricié, amasé sus huevos. Estaba totalmente pringada del semen de nuestras corridas. En un impulso impensable con anterioridad en mi por el reparo, la empecé a besar ...
... dulcemente. La empecé a lamer muy despacio. Notaba el extraño sabor de su semen y supongo que también del mío. No era desagradable ni sentía asco alguno. Las ganas de sentir aquella polla entre mis labios superaban cualquier reparo. Su polla era mágica, me tenía hechizado. La limpié con mi lengua a conciencia. No quedó ni un ápice de semen en su piel. Lamí también su vientre limpiando el semen allí depositado y más tarde y sin ninguna repugnancia lamí y besé también su ano tal y como él había hecho conmigo. Con él había roto casi todas las barreras que se puedan romper. Él me hizo recostar a su lado y empezó otra vez un 69, limpiando también mi vientre y mi polla, que luego se tragó entera. Yo seguía lamiendo su esfínter y trantando con mi lengua de penetrarle. Noté que le gustaba. Mojé en mi boca mi dedo índice y empecé a presionar despacio para introducirlo. Mi lengua acompañaba a mi dedo lubricándolo. Con cuidado introduje mi dedo hasta la mitad, pero me dijo que le dolía y lo retiré despacio lamiendo de nuevo su esfínter para aplacar el dolor. Los dos éramos vírgenes de polla en aquella parte tan íntima de nuestros cuerpos. Volví a centrarme en su dormida polla con pequeños lengüetazos cariñosos. Él besaba y lamía muy despacio mi bajo vientre. Éste es el último recuerdo vivo en mi memoria de aquella lujuriosa y larga noche. Desperté completamente desorientado en la semipenumbra de una habitación. Estirado con la cabeza a los pies de una cama inmensa y completamente desnudo ...