1. Para que sientas lo que yo


    Fecha: 14/01/2019, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... puerta de la recámara se abrió y entró Alnso, acompañado de otro sujeto, ambos totalmente desnudos y con sus respectivas vergas, igual de enormes que ellos, apuntando hacia arriba. Sin decir palabra, el amigo de mi cuñado me dio un golpe en la cara por el cual casi pierdo el conocimiento. "¡Ya déjalo!", alcancé a escuchar en la voz de mi esposa y pensé que entraba en mi defensa. Pero cual sería mi sorpresa, cuando agrega: "Que no se desmaye, para que sienta lo que me hizo sentir". Entre los tres me sometieron y colocaron en la cama boca abajo y con las piernas abiertas. Por más esfuerzos que hice, no pude impedir que Alonso, con una verga de dimensiones parecidas a la mía, se colocara encima de mí y colocara la punta de su aparato en mi culo. "¡Dale ya, qué esperas!", ordenó Cristina y así fue, sin más, ni más me metió su garrote de carne en mi agujero. Yo sentí que llegaba a mis entrañas. El dolor era intensísimo y mis gritos desgarradores. El muy cabrón se carcajeaba de mi dolor, al tiempo que decía muy quedito, al oído: "¿Qué se siente, putito?". Así me tuvo, sometido, él con una mano en mi nuca y la verga en mi culo, por espacio no menor de 15 minutos, hasta que sentí que su aparato se ponía más duro aún y enseguida chorros de líquido hirviendo. Y así como me la metió me sacó, causándome un dolor muy intenso. Pensé que mi tormento había acabado, pero en verdad me equivoqué. El descanso solo duró el par de minutos en que Alonso se quitó de encima de mí para ceder su lugar ...
    ... a su amigo. Igual que mi cuñado, el otro bruto no tuvo misericordia a la hora de ensartarme, pero su verga la sentí más gruesa y larga que aquélla. Este cabrón provocó que las lágrimas se me escurrieran. La voz de Cristina sonaba muy diferente a la que yo le conocí. Gozaba en cada uno de sus gritos. "Métesela toda!" "Así, Luis, así!", "Que no le queden ganas de volver a culear a nadie" le decía a la bestia que sacaba toda la extensión de su falo, tan solo para volver a embestir y de un solo golpe meterla absolutamente toda. Ese nuevo tormento duró más que el de Alonso, pero éste, en lugar de derramar su semen en mi adolorido agujero, la sacó cuando se dio cuenta de que no aguantaría más y gritó "ahí voy", que fue como una orden para sus cómplices, quienes me voltearon boca arrba y cogiendo mi cabeza, me obligaron a abrir la boca y recibir tal cantidad de semen, como yo nunca había eyaculado. Las pocas gotas que lograban salir de mi boca, eran tomadas por la mano de Cristina, quien me metía el dedo hasta la garganta, para que las tragara. Cuando la segunda bestia se dio por satisfecho, me soltaron y se sentaron ellos cada uno a un lado de la cama y Cristina se quedó de pie, frente a mí. "Estás satisfecho?", me dijo y se quitó la bata de dormir, para quedar totalmente desnuda. Se volteó de espaldas, se empinó, dejó su agujero menor ante mis ojos y preguntó: ¿no se antoja?. No contesté y en silencio quedó la habitación por unos diez minutos. En ese tiempo, Alonso y su amigote se ...