1. Hidden Club


    Fecha: 17/01/2019, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Vero_y_Dany, Fuente: xHamster

    ... la cabeza en mi dirección, y se me quedó mirando.—Y tú, en lugar de cotillear, quítate la ropa y únete a nosotros, ¡jajajajaja!—No me importaría, pero estoy con alguien… —respondí.—¡Oh, vaya! Pues que salga ella también… —se detuvo en mitad de la frase, y me miró maliciosamente—. ¿O es “él”?Marta, roja como la grana, me miraba aterrorizada.«¡Va a mirar por encima de la puerta! ¡Y Marta se ha quitado el antifaz!» —me dije.Tomé a la sorprendida Marta por los brazos, obligándola a ponerse en pie. Inmediatamente, la abracé estrechamente, y la besé. No se me ocurrió otro medio de evitar que la otra mujer le viera el rostro.—¡Vaya, vaya! Mira tú los tortolitos… —dijo la conocida de Marta casi en mi oído. Efectivamente, estaba mirando hacia dentro—. ¿Os pone hacerlo vestidos dentro de uno de estos… reservados? ¡Jajajaja!—¡Están follando con la ropa puesta! ¡Jajajaja! —informó a sus acompañantes, mientras se retiraba de allí.Instantes después, el grupo salió de los vestuarios, comentando entre risas lo que ella creía haber visto. Me separé renuentemente de Marta.—Lo siento, yo… no se me ocurrió otro medio —me excusé.—Igual vuelven a entrar… —dijo ella, pasando un brazo en torno a mi cuello.—Tienes razón —concedí—. Habrá que evitar que te vean…Posé mi boca entreabierta sobre la suya. Marta correspondió al beso, e hizo algo más: su cuerpo se apretó contra el mío.«Lo siento, Marcos, pero me voy a follar a tu mujer» —dije para mí.No me sentía mal por ello, y no solo por el inmenso ...
    ... deseo que sentía de poseer el precioso cuerpo femenino apretado contra el mío, sino por el hecho de que la culpa de que Marta y yo estuviéramos en aquella situación era solo suya.Deslicé las manos sobre el vestido desde la cintura de la mujer a sus nalgas. Duras y firmes, una delicia al tacto. Las amasé entre los dedos, y ello provocó un gemido de Marta, que adelantó el pubis, oprimiendo mi erección.Tiré del vuelo de la falda hacia arriba, y posé mis manos en la sedosa piel de sus glúteos, que la brevedad de un tanga dejaban accesibles a mis caricias.La boca de Marta se separó de la mía. Me miró con los ojos brillantes.—Si el cabronazo de mi marido lo hace, yo también tengo derecho —dijo como para sí.El vestido de cóctel se cerraba con una cremallera en la espalda. La descorrí al tacto, e introduje las manos por la abertura. Ahora, la totalidad de su tersa espalda quedaba también al alcance de mis dedos.Acerqué mi boca a la de ella, que la recibió con los labios separados, y busqué con la lengua la húmeda suavidad de la suya, mientras mis manos volvían a posarse en sus nalgas.Marta se separó de mí lo suficiente para quitarme la americana y dejarla caer al suelo primero, para después tironear de mi camisa hasta extraer los faldones por encima del cinturón. Desabrochó rápidamente los botones, y posó las manos sobre mis tetillas. Todo esto sin que su boca, que reaccionaba a mis caricias, se separara de la mía.Con sus movimientos, la parte delantera del vestido se deslizó, quedando ...
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