Tocando a mi hijo
Fecha: 13/02/2019,
Categorías:
Primera Vez
Sexo con Maduras
Tabú
Autor: deniadaniya10, Fuente: xHamster
Mi hijo dormía como un angelito tumbado a mi lado en la cama. Estaba estirado boca arriba con las piernas abiertas y su cabeza apoyada sobre mi brazo. Con el cuerpo inclinado hacía él, yo aprovechaba la cercanía de su cuerpo para acariciarle el pelo y contemplarle. Estaba estirado boca arriba, vestido únicamente con una camiseta que se le había subido hasta el ombligo y unos calzoncillos ajustados de esos que se llevan tanto ahora. Sus piernas, fuertes y robustas, estaban ligeramente cubiertas de pelillos dorados. Su estómago, algo tostado por el sol del verano, se movía arriba y abajo tranquilamente al ritmo de su respiración. Le veía completamente tranquilo, seguro de que nada le iba a ocurrir allí. Mientras le miraba, no podía dejar de pensar que era un sol. Siempre estaba cerca de mí para darme cariño, como esa vez, que se había tumbado conmigo a ver la tele y hacerme compañía. Desde que su padre se largó con otra cuando faltaba poco para que él cumpliera los dieciocho, había intentado suplir el hueco que dejó esforzándose el doble, intentado ser a la vez padre e hijo. Aquello me hizo darme cuenta del verdadero valor de mi hijo y, si todavía era posible, me hizo apreciarle aun más. Yo, por mi parte, con casi cincuenta años, pasé de todo hombre que no fuera él. Se convirtió en el pilar maestro de mi vida y asumí que no necesitaba de ningún otro que me dejase tirada en cuanto una jovencita se le abriera de piernas. Sergio, mi hijo, gimió en sueños y cambió de posición. ...
... Se colocó de lado, con las piernas ligeramente flexionadas y con una sobre la otra. Uno de sus brazos había quedado aprisionado por su cuerpo y el otro quedó colgando sobre su pecho. Estaba precioso. Retiré el mío de debajo de su cabeza porque empezaba a quedárseme dormido y me dediqué a contemplar su cara. Tenía la frente ancha y cubierta por un flequillo de pelo castaño. Sus cejas eran finas y su nariz, algo pequeña y aguileña. Su boca era ancha y estaba bordeada por unos labios carnosos que seguro que provocaban deseos muy lujuriosos en las mentes de las chicas de su edad y, probablemente, en las que eran algo más mayores. Desde que se había girado, podía notar en mi cara el tacto de su aliento. Era bastante cálido y me trajo recuerdos de la última vez que estuve tan cerca de un hombre hacía, por aquel entonces, un montón de tiempo. Cerré los ojos y me dejé llevar por la sensación y los recuerdos. Recordé lo que era que me acariciasen, que me tocasen, que me besasen. Recordé lo que era sentirse deseada por otra persona. Una sonrisa se dibujó en mis labios cuando, sin saber por qué, recordé también como mi pequeñín, siendo un niño en los albores de la adolescencia, me espiaba mientras me duchaba y se masturbaba creyéndose escondido por la puerta .Mi época de encandilar hombres debía de haberse pasado. Pensé que me había convertido en una vieja y que, como tal, tendría que olvidarme del sexo. Sin embargo, no podía. ¡Deseaba tanto acercarme a un tío! Poder tocarle, lamerle, ...