Tocando a mi hijo
Fecha: 13/02/2019,
Categorías:
Primera Vez
Sexo con Maduras
Tabú
Autor: deniadaniya10, Fuente: xHamster
... deseaba hacer cualquiera de las cosas que pasaban por mi cabeza. Un resoplido de mi hijo me distrajo de mis pensamientos. Le miré y algo se movió en mi interior. Por primera vez me había fijado en él como el hombre que era y no como mi hijo. No había visto al niño que se quejaba porque las lentejas no le gustan, sino al hombre fuerte y varonil capaz de devolverme el placer perdido. El cambio que se produjo en mi manera de percibirle fue tan fuerte que hasta su olor me pareció distinto. Le olfatee bien y ya no percibí el olor de la colonia antipiojos que le ponía cuando era un crío sino el aroma de un adulto. Mi respiración se agitó un poco y la parte de mi piel acariciada por el aire de la respiración de mi hijo se volvió más sensible. ¡Era tan guapo! No sabía que me pasaba pero no podía dejar de mirarle. Sus labios eran lo que más llamaba mi atención. Tenían que ser tan blanditos y suaves que acariciarlos debía ser todo un placer. Mis ojos no miraban otra cosa y pude ver como los movía de la manera más sensual posible, escapándosele un poquito de saliva que quedó atrapada en la comisura de su boca. Eso fue lo que colmó el vaso. Sin pensar en lo que hacía, sin tener en cuenta quién era, estiré un dedo para limpiarle los labios. El contacto fue electrizante. Pude sentir cosquillas en la nuca y mis párpados se volvieron momentáneamente pesados. ¡Eran tan suaves! No pude evitar acariciárselos. Pasé el dedo por toda la piel, extendiendo la saliva que había pretendido limpiar. Mi ...
... dedo se deslizaba perfectamente por su boca y no lo podía quitar. Hice un poco de presión, muy poca, y mi dedo entró en su boquita. Las cosquillas de la nuca aumentaron y mi atrevimiento también. Mi dedo, acolchado en sus labios, volvió a moverse para explorarlos por el interior. Poco a poco, mi piel se llenó de la saliva que usé para lubricarle los labios, que quedaron jugosos y brillantes. Quise entrar más adentro pero sus dientes, ligeramente separados, no me dejaron hacerlo. Con mucho esfuerzo de voluntad, aparté el dedo. Sergio continuaba dormido y yo seguía sin apartar los ojos de su boca. ¿Qué pasaría si le besaba? ¿Se daría cuenta? Estaba jugando a un juego muy peligroso pero yo era incapaz de enterarme. Como un niño que juega con un mechero, levanté mi cabeza de la almohada y lentamente, muy lentamente, la acerqué a su cara. La separación se hacía cada vez menor, su respiración se notaba más fuerte en mi piel, mi corazón latía más deprisa y, finalmente, la pesadez de mis párpados me venció. ¡Qué suavidad! Había posado mis labios sobre los suyos y había sido como dejarlos descansar sobe un colchón de plumas. Dejé que la puntita de mi lengua se abriese paso entre mis dientes y que participase de aquel contacto. Acaricié toda su boca con ella, desde una comisura hasta la otra y, llevando a cabo el mayor esfuerzo de mi vida, la devolví a su sitio para dar un último beso a mi hijo antes de retornar mi cabeza al lugar de donde no debía haberse movido. Pero mi temeridad no ...