1. Tatiana Cap I. Juegos lujuriosos


    Fecha: 03/03/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: dantestr, Fuente: RelatosEróticos

    ... Benito extraía y tragaba el exceso de leche que le provocaba tantas molestias. Por momentos su vecino se distanciaba y le hacía ver cómo la habilidad de sus manos lograba que las gotas afloraran por su pezón. La rubia se alegraba de que no demorara en capturarlas con su lengua y siguiera mamando. Qué bueno que pudiera devolver el gran favor que le hacían nutriendo a don Benito. Ahora estaba mucho más tranquila. ¿Cómo había sido tan tonta? Tan preocupada estaba de las cosquillas que le provocaban la lengua y el bigote de su vecino, que contenía cada suspiro. Hasta había temido que la señora Marta se diera cuenta de que el tratamiento que le aplicaba su marido le estaba provocando excitantes sensaciones. ¿Por qué tantas inhibiciones y reticencias? Si todo era normal, todo formaba parte de la técnica médica. ¡Qué valiosa experiencia tenían sus vecinos! Se sentía tonta por haberse dejado influir por sus temores como una niña, pero se consoló pensando que ella no tenía por qué conocer en detalle aquel procedimiento clínico. Agradecía más que nunca la amistad de su solidaria vecina; la estaba apoyando con su cariño y permitiendo que su marido le aplicara aquel íntimo tratamiento. Pensaba en el secreto que ambas compartirían como en un juego de amigas, que la uniría mucho más con su leal colaboradora. Se sentía aliviada en las expertas manos de don Benito. Y ya no se sentía culpable por disfrutar del magreo al que exponía sus hinchados pechos. Debía disfrutarlo. Lo exigía su ...
    ... salud. ―Aaaaahhh… Mmmmmm… Uuuuuuyyyyyy… Aliméntese bien, don Benito… Aaaahhhh… ―Qué contenta se sentía al devolverle el favor a su amiga. Después le preguntaría por qué su marido necesitaba leche materna. Ahora no le importaba; era estimulante pedirle a ese hombre ya entrado en años, casi un extraño, que sorbiera con ganas su íntimo elixir―. Tómesela toda, toda… Aaaahhh… Mmmm… Toda mi lechita… Sentía las ásperas manos apretarle la teta para aliviar su hinchazón. Viendo el esmero y la dedicación que ponía aquel hombre en su empeño por sanarla, volvía el desconcierto a su simple conciencia. ¿Acaso era una mala mujer, una mala amiga al aprovechar tanto ímpetu para exacerbar sus instintos sexuales? ―Deja de pensar en eso―, se decía. ―No reprimas lo que sientes. ―Siga… don Benito… Aaaahhh…. Ayyyy―. Y continuó dando luz verde a todas sus sensaciones. De pronto sintió que la mano de su sanador dejaba el arduo trabajo de estrujar su teta y se posaba más abajo de su cadera. “Pobre don Benito”, pensó, “ya debe estar cansado”. La mano no tardó en ubicarse en el voluminoso monte que se hinchaba sobre el borde del mueble en el que estaba apoyada. Sintió los dedos que exploraban sus portentosas nalgas, y eso le provocó excitadas sensaciones. Imaginar que don Benito quisiera tocarla como mujer le generó un flujo de deliciosos estremecimientos que no sabía cómo calificar. Pero al mismo tiempo la acusaba su conciencia: ¡su amiga estaba ahí mismo, por Dios! Seguramente don Benito, cansado como ...
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