LA HISTÓRIA DE MONTSE FERNANDEZ
Fecha: 07/03/2019,
Categorías:
Sexo en Grupo
Sexo Duro
Voyerismo
Autor: reininblack, Fuente: xHamster
... decidido hacia su hogar, en compañía de sutía, y al llegar a su pulcra y elegante morada se dirigió rápidamente a su alcoba. No diréque la seguí, puesto que iba con ella, y pude contemplar cómo la gentil jovencita alzabauna de sus exquisitas piernas para cruzaría sobre la otra con el fin de desatarse laselegantes y pequeñísimas botas de cabritilla. 4 de 107Brinqué sobre la alfombra y me di a examinarla. Siguió la otra bota, y sin apartar unade otra sus rollizas pantorrillas, Montse Fernández se quedó viendo la misiva plegada que yo advertí queel joven había depositado secretamente en sus manos.Observándolo todo desde cerca, pude ver las curvas de los muslos que sedesplegaban hacia arriba hasta las jarreteras, firmemente sujetas, para perderse luego en laoscuridad, donde uno y otro se juntaban en el punto en que se reunían con su hermoso bajovientre para casi impedir la vista de una fina hendidura color durazno, que apenas asomabasus labios por entre las sombras.De pronto Montse Fernández dejó caer la nota, y habiendo quedado abierta, me tomé la libertad deleerla también.“Esta noche, a las ocho, estaré en el antiguo lugar”. Eran las únicas palabras escritasen el papel, pero al parecer tenían un particular interés para ella. puesto que se mantuvo enla misma postura por algún tiempo en actitud pensativa.Se había despertado mi curiosidad, y deseosa de saber más acerca de la interesantejoven, lo que me proporcionaba la agradable oportunidad de continuar en tan ...
... placenterapromiscuidad, me apresuré a permanecer tranquilamente oculta en un lugar recóndito ycómodo, aunque algo húmedo, y no salí del mismo, con el fin de observar el desarrollo delos acontecimientos, hasta que se aproximó la hora de la cita.Montse Fernández se vistió con meticulosa atención, y se dispuso a trasladarse al jardín querodeaba la casa de campo donde moraba, fui con ella.Al llegar al extremo de una larga y sombreada avenida la muchacha se sentó en unabanca rústica, y esperó la llegada de la persona con la que tenía que encontrarse.No pasaron más de unos cuantos minutos antes de que se presentara el joven que porla mañana se había puesto en comunicación con mi deliciosa amiguita.Se entabló una conversación que, sí debo juzgar por la abstracción que en ella sehacía de todo cuanto no se relacionara con ellos mismos, tenía un interés especial paraambos.Anochecía, y estábamos entre dos luces. Soplaba un airecillo caliente y confortable, yla joven pareja se mantenía entrelazada en el banco, olvidados de todo lo que no fuera sufelicidad mutua.—No sabes cuánto te quiero, Montse Fernández -murmuró el joven, sellando tiernamente sudeclaración con un beso depositado sobre los labios que ella ofrecía.—Sí, lo sé —contestó ella con aire inocente—. ¿No me lo estás diciendoconstantemente? Llegaré a cansarme de oír esa canción.Montse Fernández agitaba inquietamente sus lindos pies, y se veía meditabunda.—¿Cuándo me explicarás y enseñarás todas esas cosas divertidas de que me hashablado? —preguntó ...