LA HISTÓRIA DE MONTSE FERNANDEZ
Fecha: 07/03/2019,
Categorías:
Sexo en Grupo
Sexo Duro
Voyerismo
Autor: reininblack, Fuente: xHamster
... esta, picaruelo! —repuso Montse Fernández más inclinada a reírse que aenojarse—. ¿Cómo te atreves a usar ese lenguaje?—¿A qué viniste? —preguntó el muchacho—. ¿No fue para joder?En ese momento habían llegado al punto donde se encontraba el hombre, el cualclavó su azadón en el suelo, y le sonrió a la muchacha en forma muy parecida a como lohacía el chico.Era fuerte y bien formado, y. a juzgar por las apariencias, Montse Fernández pudo comprobar quesi poseía los atributos de que su hijo le habló en su primera entrevista.—Mira a mi padre, ¿no es como te dije? —observó el jovenzuelo—. ¡Deberías verlojoder!No cabía disimulo. Se entendían entre ellos a la perfección, y sus sonrisas eran másamplias que nunca. El hombre pareció aceptar las palabras del hijo como un cumplido, yposó su mirada sobre la delicada jovencita. Probablemente nunca se había tropezado conuna de su clase, y resultaba imposible no advertir en sus ojos una sensualidad que sereflejaba en el brillo de sus ojazos negros.Montse Fernández comenzó a pensar que hubiera sido mejor no haber ido nunca a aquel lugar.—Me gustaría enseñarte la macana que tiene mi padre 73 de 107—dijo el jovenzuelo, y, dicho y hecho, comenzó a desabrochar los pantalones de surespetable progenitor.Montse Fernández se cubrió los ojos e hizo ademán de marcharse. En el acto el hijo le interceptóel paso, cortándole el acceso al camino.—Me gustaría joderte —exclamó el padre con voz ronca—. A Tim también legustaría joderte, de manera que no debes ...
... irte. Quédate y serás jodida.Montse Fernández estaba realmente asustada.—No puedo -dijo—. De veras, debéis dejarme marchar. No podéis sujetarme así. Nome arrastréis. ¡Soltadme! ¿A dónde me lleváis?Había una casita en un rincón del campo, y se encontraban ya a las puertas de lamisma. Un segundo después la pareja la había empujado hacia dentro, cerrando la puertadetrás de ellos, y asegurándola luego con una gran tranca de madera.Montse Fernández echó una mirada en derredor, y pudo ver que el lugar estaba limpio y lleno depacas de heno. También pudo darse cuenta de que era inútil resistir. Sería mejor estarsequieta, y tal vez a fin de cuentas la pareja aquella no le haría daño. Advirtió, empero, lasprotuberancias en las partes delanteras de los pantalones de ambos, y no tuvo la menorduda de que sus ideas andaban de acuerdo con aquella excitación.—Quiero que veas la yerga de mi padre ¡y también tienes que ver sus bolas!Y siguió desabrochando los botones de la bragueta de su progenitor. Asomó el faldónde la camisa, con algo debajo que abultaba de manera singular.~¡Oh!, estate ya quieto, padre —susurró el hijo—. Déjale ver a la señorita tu macana.Dicho esto alzó la camisa, y exhibió a la vista de Montse Fernández un miembro tremendamenteerecto, con una cabeza ancha como una ciruela, muy roja y gruesa, pero no de tamaño muyfuera de lo común. Se encorvaba considerablemente hacia arriba, y la cabeza, dividida ensu mitad por la tirantez del frenillo, se inclinaba mucho más hacia su velludo ...