1. LA HISTÓRIA DE MONTSE FERNANDEZ


    Fecha: 07/03/2019, Categorías: Sexo en Grupo Sexo Duro Voyerismo Autor: reininblack, Fuente: xHamster

    ... excitación. Se entreabrió su boca,pasó sus piernas sobre las espaldas de el y se asió a las mismas convulsivamente. De estamanera pudo favorecer cualquier movimiento suyo, y se deleitaba al sentir las fierassacudidas con que el sensual sujeto hundía su ardiente arma en sus entrañas.Por espacio de un cuarto de hora se libró una batalla entre ambos. Montse Fernández se habíavenido con frecuencia, y estaba a punto de hacerlo de nuevo, cuando una furiosa cascadade semen surgió del miembro del hombre e inundó sus entrañas.El individuo se levantó después, y retirando su carajo, que todavía exudaba lasúltimas gotas de su abundante eyaculación, se quedó contemplando pensativamente eljadeante cuerpo que acababa de abandonar.Su miembro todavía se alzaba amenazador frente a ella, vaporizante aún por efectodel calor de la vaina. Tim, con verdadera devoción filial, procedió a secarlo y a devolverlo,hinchado todavía por la excitación a que estuvo sometido, a la bragueta del pantalón de supadre. 75 de 107Hecho esto el joven comenzó a ver con ojos de carnero a Montse Fernández, que seguía acostadaen el heno, recuperándose poco a poco. Sin encontrar resistencia, se fue sobre ella ycomenzó a hurgar con sus dedos en las partes intimas de la muchacha.Esta vez fue el padre quien acudió en su auxilio. Tomó en su mano el arma del hijo ycomenzó a pelarla, con movimientos de avance y retroceso, hasta que adquirió rigidez. Erauna formidable masa de carne que se bamboleaba frente al rostro de Montse ...
    ... Fernández.—¡Que los cielos me amparen! Espero que no vayas a introducir eso dentro de mí —murmuró Montse Fernández.—Claro que si —contestó el muchacho con una de sus estúpidas sonrisas. Papá me lafrota y me da gusto, y ahora voy a joderte a ti.El padre conducía en aquellos momentos el taladro hacia los muslos de la muchacha.Su vulva, todavía inundada con las eyaculaciones que el campesino había vertido en suinterior, recibió rápidamente la roja cabeza. Tim empujó, y doblándose sobre ella introdujoel aparato hasta que sus pelos rozaron la piel de Montse Fernández.—¡Oh, es terriblemente larga! —gritó ella—. Lo tienes demasiado grande,muchachito tonto. No seas tan violento. ¡Oh, me matas! ¡Cómo empujas! ¡No puedes irmás adentro ya!¡Con suavidad, por favor! Está totalmente dentro. Lo siento en la cintura. ¡Oh, Tim!¡Muchacho horrible!—Dáselo —murmuró el padre, al mismo tiempo que le cosquilleaba los testículos ylas piernas—. Tiene que caberle entero, Tim. ¿No es una belleza? ¡Qué coñito tan apretadotiene! ¿no es así muchachito?—¡Uf! No hables, padre, así no puedo joder.Durante unos minutos se hizo el silencio. No se oía mas ruido que el que hacían losdos cuerpos en la lucha entablada sobre el heno. Al cabo, el muchacho se detuvo. Su carajo, aunque duro como el hierro, y firme como la cera, no había expelido una sola gota, alparecer. Lo extrajo completamente enhiesto, vaporoso y reluciente por la humedad.—No puedo venirme —dijo, apesadumbrado.—Es la masturbación —explicó el padre.—Se ...
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