1. LA HISTÓRIA DE MONTSE FERNANDEZ


    Fecha: 07/03/2019, Categorías: Sexo en Grupo Sexo Duro Voyerismo Autor: reininblack, Fuente: xHamster

    ... que la prenda de seda negrasubiera y bajara alternativamente.La tentación resultaba irresistible, y acabó por pasar su delicada manecíta por debajode las ropas del cura y subirla lo bastante más arriba para agarrar una gran masa peluda dela que pendían dos bolas tan grandes como huevos de gallina.—¡Oh, Dios mío! ¡Qué cosa tan enorme! —murmuró la muchacha.—Toda llena de preciosa leche espesa —suspiró David Brown, mientras jugueteaba conlos dos lindos senos tan próximos a él.Montse Fernández se acomodó mejor, y de nuevo atrapó con ambas manos el duro y tieso troncodel enorme pene. 96 de 107—¡Qué espanto! ¡Este es un monstruo! —exclamó la lasciva muchacha—. ¡De verasque es grande! ¡Qué tamaño el suyo!—Si; ¿no es un buen carajo? —observó David Brown, adelantándose y alzando la sotanapara poder mostrar mejor el gigantesco miembro.Montse Fernández no pudo resistir la tentación, y alzando todavía más las ropas del cura dejó elpene en completa libertad y expuesto en toda su longitud.Las pulgas no sabemos mucho de medidas de espacio y de tiempo, y por ello nopuedo daros las dimensiones exactas del arma en la que la muchacha tenía en aquellosmomentos puestos los ojos. Era, sin embargo, de proporciones gigantescas.Tenía una gran cabeza roma y roja que emergía en el extremo de un largo troncoparduzco. El agujero que se veía en su cima, que habitualmente es tan pequeño, era en elcaso que consideramos una verdadera grieta humedecida por el fluido seminal acumuladoahí. A todo lo largo de ...
    ... aquel tronco corrían gruesas venas azules, y al pie del mismo crecíauna verdadera maraña de hirsutos pelos rojos. Dos grandes testículos colgaban debajo.—¡Cielos! ¡Madre santa! —murmuró Montse Fernández, cerrando sus ojos al tiempo que les dabaun ligero apretón.La ancha y roma cabeza, hinchada y enrojecida por efecto del exquisito cosquilleo dela muchacha, se encontraba en aquel momento totalmente desnuda, y emergía tiesa, librede los pliegues de la piel que Montse Fernández restiraba hacia atrás de la gran columna blanca. Ellajugueteaba gozosa con su adquisición, y cada vez retiraba más atrás la aterciopelada pieldel objeto que tenía entre sus manos.David Brown suspiró.—¡Qué deliciosa criatura eres! —dijo, mirándola con ojos centelleantes—. Tengoque joderte enseguida o lo arrojaré todo sobre ti.—¡No, no debéis desperdiciar ni una gota! —exclamó Montse Fernández—. Debéis estar muyurgido para querer veniros tan pronto.—No puedo evitarlo. Por favor estate quieta un momento me vendré.—¡Qué cosa tan grande! ¿Cuánta leche dará?David Brown se detuvo y susurró al oído de la muchacha algo que no pude oír.— ¡Verdaderamente delicioso, pero es increíble!—Es cierto, dame una oportunidad de probártelo. Estoy ansioso de hacerlo, lindura.¡Míralo! ¡Tengo que joderte!Blandió su monstruoso pene colocándolo frente a ella. Después lo inclinó haciaabajo, para después soltarlo de repente. Saltó hacia arriba como un resorte, y al hacerlo sedescubrió espontáneamente, dejando paso a la roja nuez, que ...
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