LA HISTÓRIA DE MONTSE FERNANDEZ
Fecha: 07/03/2019,
Categorías:
Sexo en Grupo
Sexo Duro
Voyerismo
Autor: reininblack, Fuente: xHamster
... secreto, fue bastante el intercambio de unamirada para indicar la necesidad de mantener la reserva, y se retiraron del aposento antesde que cualquier movimiento de parte de la ultrajada pudiera denunciar su proximidad.Tuvieron que transcurrir varios días antes de que la pobre señora Verbouc serecuperara y pudiera abandonar la cama. El choque nervioso había sido espantoso, y sólo laconciliatoria actitud de su esposo pudo hacerle levantar cabeza.El señor Verbouc tenía sus propios motivos para dejar que el asunto se olvidara, y nose detuvo en miramientos para aligerarse del peso del mismo.Al día siguiente de la catástrofe que acabo de relatar, el señor Verbouc recibió lavisita de su querido amigo y vecino, el señor Delmont, y después de haber permanecidoencerrado con él durante una hora, se separaron con amplias sonrisas en los labios y losmás extravagantes cumplidos.Uno había vendido a su sobrina, y el otro creyó haber comprado esa preciosa joyallamada doncellez.Cuando por la noche el tío de Montse Fernández anunció que la venta había sido convenida, y queel asunto estaba arreglado, reinó gran regocijo entre los confabulados.El padre Ambrosio tomó inmediatamente posesión de la supuesta doncellez, eintroduciendo en el interior de la muchacha toda la longitud de su miembro, procedió,según sus propias palabras, a mantener el calor en aquel hogar. El señor Verbouc, quecomo de costumbre se reservó para entrar en acción después de que hubiere terminado suconfrere. atacó en seguida ...
... la misma húmeda fortaleza, como la nombraba él jocosamente,simplemente para aceitarle el paso a su amigo.Después se ultimó hasta el postrer detalle, y la reunión se levantó, confiados todos enel éxito de su estratagema. 72 de 107Capitulo XDESDE SU ENCUENTRO CON EL RÚSTICO MOZUELO cuya simpleza tanto lehabía interesado, en la rústica vereda que la conducía a su casa, Montse Fernández no dejó de pensar enlos términos en los que aquél se había expresado, y en la extraña confesión que eljovenzuelo le había hecho sobre la complicidad de su padre en sus actos sexuales.Estaba claro que su amante era tan simple que se acercaba a la idiotez, y, a juzgar porsu observación de que “mi padre no es tan listo como yo” suponía que el defecto eracongénito. Y lo que ella se preguntaba era si el padre de aquel simplón poseía —tal comolo declaró el muchacho— un miembro de proporciones todavía mayores que las del hijo.Dado su hábito de pensar casi siempre en voz alta, yo sabía a la perfección que aMontse Fernández no le importaba la opinión de su tío, ni le temía ya al padre Ambrosio. Sin dudaalguna estaba resuelta a seguir su propio camino, pasare lo que pasare, y por lo tanto no meadmiré lo más mínimo cuando al día siguiente, aproximadamente a la misma hora, la viencaminarse hacia la pradera.En un campo muy próximo al punto en que observó el encuentro sexual entre elcaballo y la yegua, Montse Fernández descubrió al mozo entregado a una sencilla labor agrícola. Junto aél se encontraba una persona ...