1. LA HISTÓRIA DE MONTSE FERNANDEZ


    Fecha: 07/03/2019, Categorías: Sexo en Grupo Sexo Duro Voyerismo Autor: reininblack, Fuente: xHamster

    ... blanca y con venas azules, con una curiosa puntaredonda color púrpura, parecida a una ciruela. Después me di cuenta de que aquella cosasalía entre sus piernas, y que estaba cubierta en su base por una gran mata de pelo negro yrizado.Julia dudó un instante.—Sigue —le dijo Montse Fernández, alentándola.—Pues bien; mantuvo mi mano sobre ella e hizo que la frotara una y otra vez. ¡Eratan larga, estaba tan rígida y tan caliente! 78 de 107No cabía dudarlo, sometida como estaba a la excitación por parte de aquella pequeñabeldad.—Después tomó mi otra mano y las puso ambas sobre aquel objeto peludo. Meespanté al ver el brillo que adquirían sus ojos, y que su respiración se aceleraba, pero él metranquilizó. Me llamó querida niña, y, levantándose, me pidió que acariciara aquella cosadura con mis senos. Me la mostró muy cerca de mi cara.—¿Fue todo? -preguntó Montse Fernández, en tono persuasivo.—No, no. Desde luego, no fue todo; ¡pero siento tanta vergüenza...! ¿Debocontinuar? ¿Será correcto que divulgue estas cosas? Bien. Después de haber cobijado aquelmonstruo en mí seno por algún tiempo, durante el cual latía y me presionaba ardiente ydeliciosamente, me pidió que lo besara.Lo complací en el acto. Cuando puse mis labios sobre él, sentí que exhalaba unaroma sensual. A petición suya seguí besándolo. Me pidió que abriera mis labios y quefrotara la punta de aquella cosa entre ellos. Enseguida percibí una humedad en mi lengua yunos instantes después un espeso chorro de cálido fluido se ...
    ... derramó sobre mi boca y bañóluego mi cara y mis manos.Todavía estaba jugando con aquella cosa, cuando el ruido de una puerta que se abríaen el otro extremo de la iglesia obligó al buen padre a esconder lo que me había confiado,porque —dijo— la gente vulgar no debe saber lo que tú sabes, ni hacer lo que yo te hepermitido hacer”.Sus modales eran tan gentiles y corteses, que me hicieron sentir que yo eracompletamente distinta a todas las demás muchachas. Pero dime querida Montse Fernández, ¿cuáleseran las misteriosas noticias que querías comunicarme? Me muero por saberlas.—Primero quiero saber si el buen padre Ambrosio te habló o no de los goces... oplaceres que proporciona el objeto con el que estuviste jugueteando, y si te explicó algunade las maneras por medio de las cuales tales deleites pueden alcanzarse sin pecar.—Claro que sí. Me dijo que en determinados casos el entregarse a ellos constituía unmérito.—Supongo que después de casarse, por ejemplo.—No dijo nada al respecto, salvo que a veces el matrimonio trae consigo muchascalamidades, y que en ocasiones es hasta conveniente la ruptura de la promesamatrimonial.Montse Fernández sonrió. Recordó haber oído algo del mismo tenor de los sensuales labios delcura.—Entonces, ¿en qué circunstancias, según él, estarían permitidos estos goces?—Sólo cuando la razón se encuentra frente a justos motivos, aparte de los decomplacencia, y esto sólo sucede cuando alguna jovencita, seleccionada por los demás porsus cualidades anímicas, es ...
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