LA HISTÓRIA DE MONTSE FERNANDEZ
Fecha: 07/03/2019,
Categorías:
Sexo en Grupo
Sexo Duro
Voyerismo
Autor: reininblack, Fuente: xHamster
... detuvo y susurró al oído de la muchacha algo que no pude oír.— ¡Verdaderamente delicioso, pero es increíble!—Es cierto, dame una oportunidad de probártelo. Estoy ansioso de hacerlo, lindura.¡Míralo! ¡Tengo que joderte!Blandió su monstruoso pene colocándolo frente a ella. Después lo inclinó haciaabajo, para después soltarlo de repente. Saltó hacia arriba como un resorte, y al hacerlo sedescubrió espontáneamente, dejando paso a la roja nuez, que exudaba una gota de semenpor la uretra. 97 de 107Todo esto sucedió cerca de la cara de Montse Fernández, que sintió un sensual olorcillo emanadodel miembro, el que vino a incrementar el trastorno de sus sentidos. Continuó jugando conel pene, y acariciándolo.—Basta, te lo ruego, querida, o lo desperdiciaré todo en el aire.Montse Fernández se estuvo quieta unos segundos, aunque asida con toda la fuerza de su mano alcarajo de David Brown.Entretanto él se divertía en moldear con una de sus manos los juveniles senos de lamuchacha, mientras con los dedos de la otra recorría en toda su extensión su húmedo coño.El jugueteo la enloqueció. Su clítoris se hinchó y devino caliente, se aceleró su respiración,y las llamas del deseo encendieron su lindo rostro.La nuez se endurecía cada vez más: brillaba ya como fruta en sazón. Al observar ahurtadillas el feo y desnudo vientre del hombre, lleno de pelos rojos, y sus parduscosmuslos, velludos como los de un mono, Montse Fernández devino carmesí de lujuria. El gran pene, cadavez más grueso, amenazaba ...
... los cielos y provocaba en su ser las más indescriptiblesemociones.Excitada sobremanera, enlazó con sus brazos el vigoroso cuerpo del gran bruto y locubrió de sensuales besos. Su misma fealdad incrementaba sus sensaciones libidinosas.—No, no debéis desperdiciarlo; no permitiré que lo desperdiciéis.Después, deteniéndose por un instante, gimió con un peculiar acento de placer, ybajando su complaciente cabeza abrió sus rosados labios para recibir de inmediato lo másque pudo del lascivo manjar.—¡Oh, qué delicia! ¡Cómo cosquilleas! ¡Qué... qué gusto me das!—No os permitiré desperdiciarlo: beberé hasta la última gota —susurró Montse Fernándezapartando por un momento su cabeza de la reluciente nuez.Después, bajándola de nuevo, posó sus labios, proyectados hacia adelante, sobre lagran cabeza, y abriéndolos con delicadeza recibió entre ellos el orificio de la ancha uretra.—¡Madre santa¡ —exclamó David Brown—. ¡Esto es el cielo! ¡Cómo voy a venirme! ¡Dios mío, cómo lames y chupas!Montse Fernández aplicó su puntiaguda lengua al orificio, y dio de lengüetazas a todos suscontornos.~¡Qué bien sabe! Tenéis que darme todavía una o dos gotas mas.—No puedo seguir, no puedo —murmuraba el sacerdote, empujando hacia adelanteal mismo tiempo que con sus dedos cosquilleaba el endurecido clítoris de Montse Fernández, puesto alalcance de su mano.Después Montse Fernández tomó de nuevo entre sus labios la cabeza de aquella gran yerga, masno pudo conseguir que la nuez entrara en su boca por completo, tan ...