LA HISTÓRIA DE MONTSE FERNANDEZ
Fecha: 07/03/2019,
Categorías:
Sexo en Grupo
Sexo Duro
Voyerismo
Autor: reininblack, Fuente: xHamster
... formidableembestida del hombre.Las piernas de Montse Fernández se flexionaban espasmódicamente cuando David Brown se lanzóentre ellas, siguió metiendo y sacando su largo y ardiente miembro entre las mismas, conmovimientos lujuriosos. Algunos suspiros mezclados con besos de los apretados labios dellascivo invasor; unos quejidos de pacer y las rápidas vibraciones del armazón de la cama,todo ello denunciaba la excitación de la escena.David Brown no necesitaba incentivos. La eyaculación de su complaciente compañera lehabía proporcionado el húmedo medio que deseaba, y se aprovechó del mismo para iniciaruna serie de movimientos de entrada y salida que causaron a Montse Fernández tanto placer como dolor.La muchacha lo secundó con todas sus fuerzas. Atiborrada por completo, suspirabahondo y se estremecía bajo sus firmes embestidas. Su respiración se convirtió en unestertor; se cerraron sus-ojos por efecto del brutal placer que experimentaba en un casiininterrumpido espasmo de la emisión. Las posaderas de su rudo amante se abrían ycerraban a cada nuevo esfuerzo que hacia para asestar estocadas en el cuerpo de la lindachiquilla.Después de mucho batallar se detuvo un momento.— Ya no puedo aguantar más, me voy a venir. Toma mi leche, Montse Fernández. Vas a recibirtorrentes de ella, ricura.Montse Fernández lo .sabía. Todas las venas de su monstruoso cara jo estaban henchidas a sumáxima tensión. Resultaba insoportablemente grande. Parecía el gigantesco miembro deun asno.David Brown ...
... empezó a moverse de nuevo. De sus labios caía la saliva. Con unasensación de éxtasis, Montse Fernández esperaba la corriente seminal.David Brown asestó uno o dos golpes cortos, pero profundos, lanzó un gemido y sequedó rígido, estremeciéndose sólo ligeramente de pies a cabeza, y a continuación salió desu yerga un tremendo chorro de semen que inundó la matriz de la jovencita. El gran brutoenterró su cabeza en las almohadas, hizo un postrer esfuerzo para adentrarse más en ella,apoyándose con los pies en el pie de la cama.—¡Oh, la leche! —chilló Montse Fernández—. ¡La siento! ¡Qué torrente! ¡Oh, dádmela! ¡Padresanto, qué placer! 101 de 107~¡Ahí está! ¡Tómala! -grító el cura mientras, tras el primer chorro arrojado en elinterior de ella, embestía de nuevo salvajemente hacia adentro, enviando con cada empujónun nuevo torrente de cálida leche.~¡Oh, qué placer!Aun cuando Montse Fernández había anticipado lo peor, no tuvo idea de la inmensa cantidad desemen que aquel hombre era capaz de emitir. La arrojaba hacia fuera en espesosborbotones que iban a estrellarse contra su misma matriz.—¡Oh, me estoy viniendo otra vez!Y Montse Fernández se hundió semidesfallecida bajo el robusto hombre, mientras su ardientefluido seguía inundándola con sus chorros viscosos.Otras cinco veces, aquella misma noche, Montse Fernández recibió el contenido de los grandestestículos de David Brown, y de no haber sido porque la claridad del día les advirtió que eratiempo de que él se marchara, hubieran empezado de ...