Entre-acto: Moribunda
Fecha: 10/03/2019,
Categorías:
Dominación
Autor: Caminante, Fuente: CuentoRelatos
... madre abadesa que vestía terciopelo”, aunque esta vestía una tela normal y era mayor, más de sesenta. Hizo algo sorprendente, me dio las gracias y me abrazó, las otras tres sonrientes y en hilera, lo mismo las pasaba revista, es decir, que yo no había cobrado de forma anticipada, lo cierto es que su ropa no me dio detalle alguno de sus cuerpos, ni el trasero. Tan solo los tobillos, tiene cierto equilibrio con sus pechos, un día escuché una frase y que es verdad. “Mujer de tobillos finos, pechos sorprendentes”. Me dijo que me quedara a cenar, yo no salía de mi asombro, las otras tres asintieron con la cabeza, yo desconfiaba y pensé que se aprovecharían de mi bondad y me mandarían a por más agua, y lo dejé caer de forma inocente, la abadesa dijo que no, que la avería está reparada y en un par de horas el suministro de agua será restablecido. Mi instinto me avisaba de algo, aunque yo pensaba que las horas de coche pesaban más que el agua, y como siempre hago, utilicé la visión periférica, desenfocar la mirada al frente y emplearlo en los laterales, es sencillo pero hay que practicar mucho, y sorprendí la mirada de la muda, me miraba pensando, aunque no tenía ni idea de su físico, mientras que fuera mujer, servía para soñar. La cena fue en una mesa comunal, larga y me hizo pensar los huecos, y como tenía a la muda enfrente, moví ficha. -¿Por qué esas sillas vacías? – Pregunté mirándola a los ojos. Ella los bajó, mientras intentaba pinchar con el tenedor guisantes huidizos, la ...
... cena fue una sopa de estrellas, muy rica, caldo de cocido y carne con guisante, zanahorias, alcachofas y puerro. -Son de las hermanas que están con el señor. Respondió sin mirarme, pensaba si detectaba al depredador. -¿Han muerto? – Dije haciéndome el tonto. -Si, el señor las reclamó. Esta vez me miró, en esa mirada vi una mezcla de curiosidad y duda. No supe que responder, la que tenía a mi lado y otra dos sillas alejada de la muda nos observaban, la cena era silenciosa. -Y el señor nos ha enviado a un hombre bueno. Habló por primera vez la madre abadesa, como me inventé. Aseveró mirándome. No comprendo – Respondí como antes, como un imbécil. -Tenemos un grave problema, y esta mañana cuando llegó el hombre que ha reparado la rotura de la cañería, le estuve observando, pero no, se limitó a ir a su aire ¿Cómo dicen los jóvenes? -Madre superiora, a su bola – Respondió la muda. Mi sistema de alerta se activó, había respondido mirando a la abadesa y luego me miró a mí. -Es verdad. Pregunté para entablar una conversación, pero sus respuestas fueron cerradas, no quería conversación. El silencio fue roto por sonido del agua, la que estaba a mi derecha llenó su vaso y rellenó el mío, la miré dándole unas gracias mudas, ella hizo un ensayo de sonrisa y se puso muy colorada, sin querer había rozado con mi codo derecho su costado, vamos donde empieza ese musculo que va en dirección a tu pecho izquierdo. La madre abadesa rompió mis pensamientos. -Pero tú no, me han dicho que ni siquiera ...