1. La llegada del diablo


    Fecha: 15/04/2019, Categorías: Incesto No Consentido Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    El diablo llegó a Barrio Oro Verde una tarde de mayo, en una camioneta donde cargaba todos sus muebles. Había comprado una de las casas que rodeaban la plaza del barrio, la cual tenía en la parte de adelante un pequeño local que usaría para poner una despensa. Oro Verde era como la mayoría de los barrios pobres del conurbano: lleno de casas chatas, con paredes sin revocar; con perros sueltos en las veredas, que le ladraban a cualquier humano que no conocían; con calles de tierra que se convertían en pantano cuando caían fuertes lluvias; y con grupos de hombres eternamente adolescentes que se juntaban en una esquina a escabiar. El diablo se hizo llamar don Pedro y abrió la despensa a los pocos días de haber llegado. No se le ocurría profesión más común que la de almacenero, ni nombre más común que el de Pedro. Por su parte, su apariencia física era tan común como su nombre, y su profesión: aparentaba tener cuarenta y cinco años, es decir, ni joven ni viejo; su contextura física era normal, delgado y de estatura media, no tenía ningún músculo marcado, aunque tampoco le sobraba piel por ningún lado, su pelo castaño oscuro estaba llovido por algunas canas, en fin, quien lo viera, lo juzgaría el ser más común y anodino que jamás haya visto. Sin embargo el diablo tenía un poder infernal con el que podía manipular las mentes de las personas. Así que mientras que la mayoría lo vería sin apenas reparar en él, quienes cayeran bajo su hechizo serían poseídos por pensamientos y ...
    ... sentimientos que no venían de ellos mismos. El diablo comenzó a divertirse ….. Marta vivía en una de las casas que rodeaban la plaza de Oro Verde. Casi nunca salía del barrio, y no tenía vida social más allá de alguna reunión familiar, o una juntada con algunas amigas del barrio para tomar unos tragos. A sus veinticinco años, ya era toda una señora casada, y con dos hijos. A diferencia de la mayoría de las chicas del barrio, que se dejaban estar y no cuidaban su apariencia física una vez casadas o convertidas en madres, ella supo llegar a la adultez con el cuerpo envidiable. Era la princesa del barrio, muchos hombres se morían por llevársela a la cama, pero ella era fiel a su marido Claudio. Sólo le ofrecía su labios rojos a él, sólo él conocía su cabello negro despeinado, sólo a él le entregaba el culo hermoso que todos los hombres se daban vuelta a mirar, y sólo él tenía el privilegio de verla arrodillada con su carita de nena invadida por el miembro venoso, mientras ella lo observaba con esos ojos verdes, brillantes, tan inusuales en un lugar donde predominaban los iris marrones. Como no conocía otra vida, estaba convencida de que era feliz. Acontecimientos como el primer día de jardín de su hija, o el festejo de navidad con su familia, tomaban dimensiones astronómicas, y dichos eventos iban a parar a un lugar privilegiado de su memoria. Es decir, a pesar de la pobreza y de no conocer lugares mejores que ese barrio atemporal, apartado de la tecnología y el arte, creía que tenía ...
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