La llegada del diablo
Fecha: 15/04/2019,
Categorías:
Incesto
No Consentido
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... todo lo que necesitaba. Pero un día conoció al diablo. O mejor dicho, Marta conoció a Pedro, el nuevo almacenero del barrio. Lo había visto llegar una tarde de otoño. Era un día particularmente lindo porque no hacía frío y las hojas marrones alfombraban las calles, creando un hermoso piso quebradizo. Ella tomaba mate en la vereda con su marido Claudio, mientras sus dos hijos correteaban alrededor. Mientras tanto, Pedro bajaba los muebles de la camioneta, lo hacía sólo, sin que nadie lo ayudara, y cuando debía descargar el ropero o la cama, le costaba mucho hacerlo. Sintió pena por él, pero más allá de eso, el nuevo vecino no le generó ninguna sensación en particular. Un día notó que le faltaba leche en la heladera, y como no tenía ganas de ir al mercadito chino que estaba a tres cuadras, para buscar un solo producto, decidió cruzar la plaza, para ir hasta el otro lado y comprar en la nueva despensa. Esa decisión arruinaría su vida para siempre. El diablo estaba detrás del mostrador en su cuerpo humano. No había ningún otro cliente, por lo que Marta se alegró de poder volver rápido a su casa. No le gustaba dejar sólo a los nenes. Pero cuando vio los ojos pequeños de don Pedro, sintió una sensación que creía imposible sentir, más aun viniendo de una persona que acababa de conocer: sintió que todo lo que había vivido hasta ese momento no eran más que sucesos insignificantes; sintió que su marido Claudio no era más que un hombre del montón, un tipo sin ninguna habilidad ni ...
... talento, y que nunca la mereció. También se dio cuenta de que ese barrio le quedaba chico, que el mundo era inmenso y quería conocerlo; y por algún motivo que nunca podría explicar, se convenció de que el único que podía sacarla de aquel lugar miserable era ese hombre que estaba del otro lado del mostrador. — Que tal señorita ¿Qué necesita? — dijo don Pedro, y Marta pensó que le sacaba las palabras de la boca, porque era ella quien deseaba saber qué necesitaba Don Pedro, qué era lo que ella podía darle para que la saque de esa cárcel polvorienta y retrógrada. — Le… leche — Dijo recordando lo que había ido a buscar, aunque ya no estaba segura de sí era eso lo que quería decir, porque la palabra leche le dio una idea, e inmediatamente se le plantó en la cabeza que don Pedro, aquel hombre de gestos parcos y de poco hablar, que sin embargo desbordaba carisma, necesitaba que le saquen la leche. Los pómulos de Marta se ruborizaron y sus piernas temblaron. Pero aquel desconocido pareció adivinar sus pensamientos, porque levantó la tabla del mostrador, y con un gesto le indicó que pase al otro lado a través el hueco. Marta caminó hacia el diablo, feliz porque seguramente, si lo trataba bien, y le hacía las cosas que a los hombres les gustaba que le hagan, él la compensaría cumpliendo el deseo de escapar de ese lugar, que desde hace cinco minutos le parecía tan horrible. Don Pedro le dio un abrazo paternal que provocó que temblara, pero esta vez no tembló sólo las piernas, sino que fue todo ...