Arrepentidos los quier Dios. Capítulos 4º 5º y 6º
Fecha: 30/10/2017,
Categorías:
Confesiones
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... día que nunca olvidaré, me dijo doña Patrocinio: --Manolita, el gobernador de una de las provincias más prósperas e importantes, me ha pedido de tus servicios; por lo que mañana después de comer has de satisfacer todos sus caprichos, ya que me ha prometido que nos autorizaría montar el mejor burdel en su demarcación que podrías regir tú. ¿Te imaginas el futuro tan prometedor que te espera? --Lo que usted diga, ya sabe que para mí, es como una madre. --Lo sé, lo sé. Y tú, para mí, como una hija. Sobre las cuatro de la tarde se presentó en la casa el señor Gobernador; venía colorado como un tomate, evidentemente por los efectos de la comida y bebida que acaba de engullir. Al verme, sólo le faltó ponerse de rodillas para adorarme. Dijo: --Patrocinio, me dijiste que Manolita era un ángel, pero me engañaste. Quedamos un poco sobrecogidas y temerosas de que el señor Gobernador no me aprobara para el juego que teníamos montado en su honor. --Es más que un ángel, es una virgen. ¿De qué cielo le has traído? Suspiramos de alivio. Pero yo quedé estupefacta. El señor gobernador era el alcalde de mi pueblo; el más hijo de puta de todos los hombres del mundo. Y que precisamente debido a esas"cualidades humanas"de las que hacía gala,el Régimen le había ascendido de alcalde a gobernador de aquella provincia. Aunque había pasado sólo un año de mi expulsión del pueblo, era imposible que me reconociera, porque la imagen que tendría de mí, sería la de una andrajosa; y lo que estaba viendo era ...
... una virgen. (Según sus propias palabras) --¿Sabe la niña lo que quiero? Dijo el Gobernador a Patrocinio. --Si Excelencia, la niña sabe como satisfacer sus deseos perfectamente. ¡Claro que yo sabía lo que quería el Gobernador! Me lo había puesto en antecedentes doña Patrocinio. Lo que ignoraba era que yo le conocía. Todo estaba preparado. La habitación a medio oscuras: con el arnés de látex puro de veinticinco centímetros de largo y quince de envergadura instalados en mi cintura, y con el látigo en ristre. Su excelencia era masoquista, y sólo se sometía a esas sesiones en "esta Casa", porque le constaba que la discreción era absoluta. Juré que iba a disfrutar de lo lindo; la paliza que iba a recibir sería inolvidable. Al verme con el "gran pene" bien empalmado en mi cintura, noté como se estremecía de la emoción, sus ojos echaban chispas; sin más dilación, se puso de cuatro patas en la cama, y a la vez que me ofrecía su culo, decía con la boca babeante: --¡Vamos... vamos..! destrózamelo con esa polla tan divina que tienes. Me puse en posición y sentí un profundo asco. De aquella especie de caverna, salía un tufo que echaba para atrás; pero el placer que sentía de poder manejarle como un pelele, me sobreponía a todas las inmundicias que me iban a sobrevenir. Iba a vengarme por ser el máximo responsable de mi salida del pueblo de aquella forma tan humillante. --¡Vamos... vamos...! ¿A qué esperas? ¡Dame de una puta vez! --Tranquilo su excelencia, tranquilo, que va a gozar como ...