Carta a Mario
Fecha: 12/05/2019,
Categorías:
Gays
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... delgada línea de vellos púbicos que bajaban desde tu ombligo hasta tus ingles, circundando tu sexo, a esta hora proyectado hacia delante como un poderoso ariete. Sentí tu cuerpo contagiarse de mi propio cuerpo tembloroso, vibrantes los dos, al unísono, como si se hubieran coordinado con algún mecanismo. Ya para entonces el calor que emanaba de tu polla era fuego puro. Y resbalando por tu amplio tórax bajé hasta que mi rostro estuvo a la altura de tus ingles, hasta que el calor que irradiabas en esa zona quemara mis mejillas, hasta que tu sexo estuvo al alcance de mis labios. Sentí tus primeros flujos seminales, el sabor de tu glande redondo y enorme, dulcificado por mi saliva, y toqué apenas el ojete con la punta de mi lengua. Pero eso bastó para que te retorcieras de placer y emitieras un agghhh tan prolongado, acompañando la tensión de tu cuerpo, firme y ardiente. ¿Recuerdas? Yo fui en todo momento el de la iniciativa, no tú, sino yo, el que tocó tu sexo y probó después a montarse en ese mástil erguido, en esa verga majestuosa tuya. No creí que pudiera caber. Después de todo, no era tanta la experiencia que yo tenía, pues te acordarás que te conté que era prácticamente virgen, a excepción de aquella vez que, siendo un adolescente todavía, me dejé llevar por las ganas de un chico del pueblo. No me hizo mucho daño, es cierto, porque éramos los dos prácticamente unos niños. Pero esta cosa tuya era enorme, larga y gruesa, tanto que apenas podía cerrar la mano sobre el tronco ...
... endurecido. Y temía que fueras a causarme mucho daño. Tomé el frasco de crema que me diste, y la apliqué generosamente en tu tallo y en la corona maciza. La dirigí hacia mi culo y me dejé ir, con todo el cuerpo. Mi esfinter cedió a la primera y entró tu glande y otro poco. Yo estaba sorprendido. La crema había lubricado muy bien mi orificio, y tal vez el deseo había hecho otro tanto, el caso es que un segundo después ya estaba enchufado. Me estremecí de placer y dolor al mismo tiempo, sintiendo como ese intruso iba abriendo mis carnes. Y eso que aún no había entrado todo. Empecé a juguetear con esa cosa dentro, sin atreverme a bajar todo lo que pudiera. Me daba miedo, sabes. Pero tú arremetiste contra mí, jalándome de las caderas, y entonces sí sentí que entrabas hasta el fondo de mí. Tus vellos púbicos y tus bolas acariciaron mis glúteos, y me imaginé que tu glande había empujado mi corazón, porque la emoción subió hasta un punto límite. Quien lo hubiera creído una hora antes, yo empalado hasta el fondo en tu verga morena, saboreando un éxtasis indescriptible. Los dos estábamos con la boca abierta, y yo aguantaba las ganas de gritar, y apenas lanzaba un murmullo inaudible para quejarme de la embestida que yo mismo había buscado. Los dos tratando de hacer el menor ruido posible porque en el cuarto contiguo dormían otras gentes. Y subí y bajé en ese tobogán de placer, alrededor de ese eje firme, hinchado por la presión sanguínea que empujaba tu corazón, y estrujado por mi anillo ...