1. RELAX


    Fecha: 13/05/2019, Categorías: Hetero Autor: lib99, Fuente: RelatosEróticos

    ... reaccionar cuando la viera. Me decidí, giré el cuerpo y me coloqué boca arriba, con la polla apuntando gloriosamente hacia el techo. Mónica no hizo ademán alguno, manteniendo su gesto concentrado y profesional. Situó sus manos en mi pecho y continuó el masaje. Primero pectorales, luego abdomen y, al fin, pubis e ingles. La proximidad de sus dedos a mis genitales completó mi excitación. La rigidez de la erección alcanzó una presión casi dolorosa y el glande brillaba con el líquido preseminal que goteaba a lo largo del fuste. Intuyendo mis sensaciones la mano de Mónica sujetó mis testículos y los masajeó, como si jugara con dos canicas entre sus dedos. –Este músculo está muy tenso –dijo mirando mi polla–. Habrá que dedicarle especial atención. Sin dejar de sobarme los huevos, con la otra mano agarró la verga y comenzó a masturbarme. No pude evitar un gemido de placer. –Así, eso es, Gabriel. Relájate y déjame hacer. Miré su cuerpo, rotundo y sensual, tan cerca y sólo separado de mí por la fina tela de la bata. Me decidí, extendí la mano y la posé en su muslo. Aguardé su reacción, pero no se movió ni intentó apartarme. La deslicé entonces hacia arriba, disfrutando de su tacto suave, sedoso y ligeramente húmedo de sudor, provocado por el esfuerzo físico y la elevada temperatura del ambiente acondicionado. La sumergí bajo la prenda y ...
    ... alcancé su glúteo. Como había intuido, debajo sólo llevaba puesto un escueto tanga, idea que siempre me había puesto muy cachondo. Deslicé mis dedos entre sus nalgas y seguí con las yemas el escaso cordón que se introducía en la raja. Lo aparté y acaricié el anillo de carne de su ano. Respondió a mis caricias dilatándose y abriéndose. Introduje el dedo y lo estimulé. Mónica me recompensó acelerando su masaje en mi polla, mientras su otra mano buscaba a la vez mi ano. Yo desplacé la mía y la introduje en el pequeño triángulo de tela que cubría su coño. Metí mis dedos entre los tiernos pliegues de carne. Estaba mojada. Jugueteé con sus labios antes de localizar el clítoris y masturbarlo con pasión. La paja que me estaba haciendo alcanzó una cadencia vertiginosa, descubriendo y ocultando mi glande en el prepucio con una potencia que parecía que fuera a arrancármelo. Todo mi cuerpo se tensó cuando la oleada de placer recorrió mi bajo vientre, hasta estallar en un fuerte orgasmo que expulsó un abundante chorretón de semen. Me derrumbé sobre la camilla, agotado pero muy satisfecho. –Bien –dijo Mónica limpiándose mi leche de la mano con una toalla–, hemos terminado. ¿Qué tal te encuentras? -Mmm… –me costó articular palabra–. Bien, bien. Muy relajado. Tus masajes cada vez me gustan más, querida. ¿Cuándo puedes darme cita para la siguiente sesión? 
«12»