1. Mi efebofilia 2 - “Más de Juan, ojos azules”


    Fecha: 15/05/2019, Categorías: Gays Autor: meteorotuc, Fuente: SexoSinTabues

    Algo había cambiado. Y lo noté inmediatamente: de pasar a verme dos o tres tardes por semana, había transcurrido una íntegramente sin tener noticias de él. Tampoco quería enviarle un sms; no tenía intención de presionarle. Debía darle tiempo, y lo que fuera que tuviera que ser, sería. Un par de veces lo vi salir del edificio estando yo en mi balcón. Me quedé observándolo casi fijamente mientras se alejaba y desaparecía de mi vista. La primera pasó como si nada. La segunda, sí: se detuvo casi en la esquina y volteó mirando en dirección a mi casa. Levanté mi mano en amistoso saludo respondiéndome de la misma manera. Esa misma tarde me envió un mensaje: “una de estas tardes subo”. Esa tarde llegó. Como si nada pasamos un rato de charla banal, hasta que me atreví a preguntarle cómo se sentía después de todo. Me confesó que no la había pasado muy bien, que le habían asaltado miles de dudas y temores, y sobre todo culpa. Hablamos de todo eso. Intenté que entendiera que estaba madurando, sexualmente hablando, y que todo aquello que él hiciera o experimentara le serviría para definirse como persona. Que el tener un contacto sexual con otro de su mismo sexo no lo convertía en “maricón”, el gran temor de tantos jovencitos que en apariencia han superado esos tabúes de un pasado próximo, y que sin embargo siguen sufriendo de la presión social de su grupo humano próximo -familia, amigos, compañeros…-, todavía estructurado en pautas machistas y homofóbicas. No sé si lo entendía. Sé que lo ...
    ... asimilaba y se tranquilizaba. Pasó a cuestionarme a mí y mi manera de entender el ejercicio de la sexualidad. Y le hablé de la libertad y del respeto. Pero sobre todo de intimidad y privacidad. Siempre he creído que aquella intención de exagerada legalización de las relaciones interpersonales, de posicionar a cada quien en moldes y rótulos sexuales, sólo ha servido para que perdamos todo el morbo que otorga la clandestinidad, lo oculto, lo privado. Esa tarde no pasó de un último abrazo, cargado de afecto y de cierta calentura. Esa misma noche me envió un mensaje diciéndome que volvería a hacerlo conmigo, si prometía tenerle paciencia. Supe que iríamos a más. Cierta tarde después nos vimos envueltos otra vez en un ambiente de excitación y morbo. Sabía él como me ponen a mí los chicos que llevan sus pantalones un tanto caídos enseñando su ropa interior, enseñando -evidentemente- lo redondo y carnoso de sus culitos. Y así se presentó. Es más: así me lo hacía ver, provocando que mi mano se vaya casi sola en una caricia sutil y llena de sensualidad. Lo supe después; lo había hecho a propósito; era su modo de premiarme, no sé por qué. Me dejó recorrer toda la superficie de su trasero. Bajarle su pantalón y hundir mi cara en ese culito que me traía duro y húmedo, fue casi inmediato. Él gemía y sumiso arqueaba su espalda dejándome una mejor vista y posición. Le bajé su bóxer y me dediqué a chupar el ano virgen de este adolescente caliente. Ambos hervíamos en calentura. Pasamos de su ...
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