1. Él te observa (episodio 2)


    Fecha: 24/05/2019, Categorías: Incesto Voyerismo Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos

    ... que elegí para retomar la pesquisa tenían ya un par de días. Y lo que observé apenas le di play al que correspondía a mi habitación no solamente hizo que me olvidara momentáneamente de Ali, sino que logró que escupiera el whisky que había ingerido hacía instantes. La imagen mostraba a Daniel, en mi cama, garchándose a una rubia descomunal. ¡Qué lomazo! ¡Qué pedazo de yegua! ¡Dios santo! ¿De dónde la habría sacado? ¿Cómo pudo meterla en la casa sin que nadie la viera? Se la estaba culeando en el mismo lugar en donde dormíamos su madre y yo. En nuestro lecho sagrado. El desalmado no sentía ningún respeto por quienes lo habían traído al mundo. Calculé que hacerlo en la cama de sus padres le añadía a la cogida un morbo insuperable. Ni cerca estaría de llegar a ese nivel de morbosidad con sus acostumbradas pajas. La rubia lo cabalgaba con un ritmo impresionante. Por la forma en la que se movía conjeturé que era una profesional. Tenía unas tetas enormes; tanto que, aunque la cámara tomaba su espalda, podía ver el violento bamboleo de esas terribles ubres sobresaliendo por ambos costados de su cuerpo. En primerísimo plano pude ver su tremendo culazo, con el que reventaba a sentones al borrego. Confieso que, aunque molesto por encontrarlo primero manoseando a su hermana dormida y luego cogiendo a una prostituta en mi cama, sentí un inevitable orgullo por mi muchacho. Pensé que pagarle a esa rubia era la mejor inversión que podía haber hecho con el dinero de su mesada. La paja que me ...
    ... hice observando la escena fue memorable. Luego, mientras limpiaba mis blanquecinos deshechos, y todavía un poco perturbado por lo que acababa de descubrir, recordé que Rosario no había venido a trabajar el día en que se habían grabado esas imágenes. Ahí comprendí que la ausencia de la criada le había facilitado a Daniel el trabajo de meter a la rubia en la casa, considerando que a la hora en que la escena había sido registrada (10:30 de la mañana) seguramente su hermana estaba en la facultad y su madre en el gimnasio. Lo cierto es que en ese momento tenía dos cosas para quitarme de la cabeza: el voluptuoso cuerpo de Ali y la inquietante imagen de Daniel cogiendo en mi cama. Pensé que pescar a la ladrona podía ser la salvación para mi atormentado cerebro. Así que, en el afán de conseguir esa anhelada y puntual amnesia, rápidamente sustituí las grabaciones viejas por las del día que recién acababa de terminar y comencé a examinarlas con la esperanza de hallar –por fin– a Rosario en actitud al menos sospechosa (no me había creído –o no quería creer– yo del todo aquella actuación en la cual había interpretado el rol de persona honesta, aunque reconocía que había sido brillante). En la esquina inferior derecha de la nueva imagen de la cámara del living podía leerse la hora de la filmación, eran las 14:52. La grabación mostraba nuevamente a Daniel, esta vez desparramado en el sofá en una más de sus tantas jornadas de ocio absoluto. Se lo veía alternar su visión entre el televisor y ...
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