Cambiador número dos (Parte final)
Fecha: 10/06/2019,
Categorías:
Masturbación
Confesiones
Autor: infrarrojo, Fuente: CuentoRelatos
... cerrado los ojos y yo no lo había notado. Pero abrió los ojos, y con mueca algo desencajada dijo: ―Si me novio nota que estoy mojada, ¿qué voy a decirle...? ¿Eh? Es por tu culpa, Martín, por tu culpa. ―Jamás va a enterarse ―dije por decir algo―. ¿En verdad tenés la concha mojada, Nancy? ―Creo que estoy hecha un desastre... ―Y en un reflejo atinó a palparse, aunque por encima del pantalón―. Sí, mi tanga está empapada... Voy a tener que sacármela antes de llegar a mi casa. ―Y claro... Podrías sacártela ahora mismo. ―Vos me creés muy puta, ¿verdad? ―murmuró, ya absolutamente caliente―. No me voy a sacar una foto jamás... ¡Eso olvidalo! Que Jimena te dé los gustos... ¡¿Oíste?! Y entonces, cuando lo mejor estaba por venir, pasó algo terrible... ―Voy a hacer lo que me ordenes ―le dije mecánicamente. Nancy me miró y una sonrisa se le dibujó en sus labios. Su oído se aguzó y pareció descubrir algo que yo no había advertido. ―Viene alguien... ―farfulló asustada, y rápidamente abandonó la entrada del cambiador. Yo, con la pija y la mano empapada por mi propia lubricación, cerré la cortina del cambiador con un brusco movimiento y comencé a vestirme a la velocidad de un rayo. Nancy abrió la puerta del negocio y dejó pasar a Marta. ―¡Hola, Marta! ―Escuché a Nancy saludar, con su habitual voz de niña ingenua. “Dios mío”, pensé. “La vieja... ¿Por qué mierda aparece justo ahora?”. Y lo próximo que ocurrió superó los límites retorcidos de mi imaginación. ―¿Y Martín? ―preguntó Marta. ―Ahí ...
... atrás, desnudo en el cambiador... ―dijo Nancy de manera terriblemente traicionera. La sangre se me congeló y pensé con desesperación que iría a desmayarme. Se me cruzaron miles de cosas por la mente, pero ninguna de ellas me llevó a la acción. Estaba paralizado. ―¿Lo está haciendo? ―preguntó Marta, casi en un murmulló. Alcancé a oír la pregunta de mi jefa porque yo estaba aterrado y mis sentidos se había disparado. ―Lo sorprendí, Marta. Le juro que fue muy desagradable. Hace en el cambiador lo que tanto temíamos... No podría yo explicar la insólita vergüenza que inundó mi corazón. Pasaron unos segundos y abandoné el cambiador número dos. Marta, que estaba parada detrás del mostrador, me miraba con aire reprobatorio pero permanecía en silencio, tal vez para martirizarme aún más. Nancy estaba parada a su lado, de brazos cruzados, con una ligera mueca de satisfacción en su rostro. No pude defenderme... Mis ideas no fluían y la lengua me pesaba como para hablar. Dije, únicamente, que enviaría mi telegrama de renuncia. Eso fue todo. No podía pensar en otra cosa que no fuera abandonar el local y ya no mirar la cara de las dos mujeres. Deseaba que el asunto se enterrase para siempre... No quería imaginar qué pasaría si Marta presentaba una denuncia o algo parecido. Me fui aturdido, sin emitir más palabras, sin hacerle a Nancy un solo reproche. Ese fue mi último día en la tienda de ropa. Jamás volví a caminar cerca del lugar y jamás pude saber si Nancy, Marisa y Jimena ―aprovechando mi ...