Manuela (13)
Fecha: 11/06/2019,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... que nos traigan el equipaje?, nos corre un poco de prisa subir a las habitaciones para asearnos y descansar. Maldito gobierno incapaz de cuidar las carreteras, panda de inútiles ... dese prisa, hombre" "Abuela, por favor, cálmate y deja en paz a este caballero; mira aquí está el recepcionista. Perdone a mi abuela, señor, pero el viaje ha sido terrorífico y ..." "A su disposición, por supuesto, además es lógico el cansancio y el enfado; yo llevo aquí varios días sin poder salir" Aclarado el breve malentendido dan a las señoras una suite en mi misma planta y todos juntos subimos en el ascensor. Nos presentamos formalmente (Clara y Avelinda son abuela y nieta residentes en Toledo, lugar al que intentan llegar en coche hace ya cinco días desde A Coruña), reímos por algún chiste fácil a costa del ascensor y la frenada salvaje que tiene y me comprometo a invitar a cenar esta noche a ambas damas. Me aburro en la habitación y decido dormir la siesta. A eso de las nueve de la noche en el comedor sólo estamos las dos toledanas y yo. La cena es excelente y la extraordinaria vitalidad y verborrea de Clara ("voy a cumplir ochenta") nos depara una agradable velada llena de anécdotas personales ("casi toda mi vida la he pasado en Sudamérica tras exiliarme al final de la guerra civil; al morir mi única hija en accidente hace doce años volví para cuidar de mi nieta y desde entonces residimos en la antigua casa familiar del que fué mi primer marido, un militar héroe de Africa, aburrido y ...
... medio maricón que tuvo la decencia de dejar sus títulos, dineros y posesiones a su nieta") de todo tipo ("para poder divorciarme de mi marido venezolano -era el segundo- tuve que garantizarle que mi primera nieta se llamaría Avelinda y menos mal que mi hija me hizo caso") e incluso increíbles ("al zozobrar en un río brasileño me salvé de las pirañas gracias a varias patas de cerdo que mi cuarto marido -el hondureño- colocó alrededor de la balsa; él perdió dos dedos de la mano izquierda"). Doña Clara no deja de darle al excelente vino de Rueda que nos sirven y tras los postres se apunta a los gintonics ("no deja de ser una mariconada inglesa, pero saben bien; donde esté una botella de buen tequila ...") que su nieta y yo pedimos. No puedo evitar fijarme en Avelinda: simpática, callada, sonriente, pendiente de su abuela, tendrá unos veinte años, de estatura media, morena con larga melena rizada, grandes y bonitos ojos oscuros, no destaca nada especial en su anatomía pero se hace muy atractiva. Según van pasando las horas parece perder algo de su timidez y probablemente ayudada por el alcohol se decide a entrar en la conversación que sigue monopolizando su abuela. Han dado las dos y media, los dos camareros nos atienden con miradas asesinas y la ginebra empieza a mostrar sus efectos. Vamos juntos en el ascensor y acompaño a las señoras a la puerta de sus habitaciones: "Abuela vámonos a dormir, mañana tendremos tiempo de seguir charlando con Luís" "Más tonta serías, hija, perder el ...