Fantasía erótica: Helena
Fecha: 03/07/2019,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: Alvaro G. Suese, Fuente: CuentoRelatos
La noche caía suavemente sobre la ciudad; las primeras sombras parecían querer jugar al escondite con los últimos reflejos de un sol cansino que se alejaba, lentamente, por poniente. En lo alto, un par de algodonosas nubes tintadas de un rojo seductor, mostraban sus rechoncheces en un cielo nimbado de azul. No tardaron en llegar a aquella casa de las afueras. Poco más de media hora que emplearon en seguir hablando de lo divino. Estaba muy excitada. Se le notaba deseosa, mojada. Había contribuido a ello aquel achuchón que, sin recato, él le diera momentos antes en un recodo de la carretera. Sin tanga, sus piernas abiertas, separadas, le permitieron explorar con facilidad su sexo desnudo de vello. Con los dedos jugó hasta que se dio cuenta que su nivel de excitación se aproximaba al placer. Luego, bruscamente, abandonó de forma intencionada aquellas maniobras preparatorias. En un recibidor de medianas dimensiones les saludó aquel hombre de aspecto bonachón y edad indefinida quien les franqueó el acceso a la mansión. Tras unas breves palabras de saludo los condujo a una pequeña habitación contigua y allí comenzó a explorarla. Primero acariciando su rostro y su cuerpo vestido con aquel atuendo veraniego; después, tras desnudarla completamente, comenzó a tocarla por todas partes, sin miramientos. Su nivel de deseo, de excitación, comenzó a dispararse de forma alarmante. De un armario extrajo una especie de arnés que sujetó a su cuerpo. La mandó ponerse a cuatro patas, como una ...
... perra en celo, y enganchado una correa a la parte del arnés que remataba en su cuello la mando comenzar a moverse por la habitación. Una vez vio satisfecho su deseo le colocó una venda tapando sus ojos. Ya estaba preparada. Entre los dos hombres cruzaron un par de frases que denotaron aceptación por ambas partes. Después, en silencio, el hombre que la acompañaba fue conducido a otra pieza de la casa, un salón de mayores dimensiones donde ya se encontraban otros cuatro individuos a los que fue presentado. Tras intercambiar unas palabras de cortesía, el anfitrión, les invitó a todos a desprenderse de sus pantalones y ocupar los asientos que rodeaban una mesa imperial, color caoba, que se encontraba situada en el centro de la sala, Así lo hicieron. Sirvieron vino y comenzaron a charlar de temas banales. A los pocos instantes, Helena hizo acto de presencia. Gateando, sujeta de aquella correa, desnuda, vendada, entró en la sala y fue conducida bajo la mesa. Una vez allí, de forma intencionada, se sumió la sala en una sugerente penumbra. El anfitrión le ordenó, con voz enérgica, que retirase la venda. Así lo hizo sin protestar. Ante ella, aquellos seis penes, se mostraban como varas desafiantes a las que había que dar placer para recibirlo después. Así lo hizo. Una a una comenzó a jugar con sus manos con las pollas de aquellos hombres a las que terminó de enderezar. Luego, con su boca, comenzó a succionarlas, a mamar una, después otra y así hasta haberlas recorrido todas. Notó como ...