CONFESIÓN
Fecha: 21/07/2019,
Categorías:
Dominación
Autor: lib99, Fuente: RelatosEróticos
... escapó un ligero gemido. Un leve sonido que parecía susurrar: ¡para; sigue; para; sigue…! El coño comenzó a secretar sus jugos, con los cuales el cura mojó la yema de su dedo corazón para mejor estimular el erguido clítoris. Lentamente la chica fue relajándose, arqueando su espalda y echando la cabeza hacia atrás, dejándose mecer por las oleadas de sensaciones que desde su entrepierna se expandían por el bajo vientre hasta hacer vibrar todo su cuerpo. A continuación el sacerdote abrió los labios de la vagina, aproximó su rostro e introdujo la lengua en la fisura de carne. Recorrió toda la suave orografía de la vulva antes de centrarse en el palpitante botón del clítoris. El ramillete de terminaciones nerviosas que en él enraizaban vibró como las tensas cuerdas de una guitarra, provocando que Concha se dejara arrastrar por la incontenible corriente de sensaciones que desembocó en un inevitable orgasmo. Sus gemidos fueron apagándose despacio, mientras su agitada respiración elevaba ambos pechos entre los que retumbaba un corazón desbocado. Con los ojos cerrados y los labios entreabiertos, mantenía la cabeza echada hacia atrás. Don Julián acarició las ingles, brillantes por el sudor y por el fluido vaginal. –Te ha gustado, ¿verdad, niña? He sido bueno contigo. Concha, como única respuesta cambió el gesto de su rostro, mostrándose avergonzada y haciendo ademán de cubrirse sin llegar a hacerlo, confusa por la situación y por sus propios y contradictorios sentimientos. –Tranquila, ...
... hija mía –continuó el sacerdote–. No hay nada malo en ello. Como párroco soy el mentor espiritual de la comunidad y tú, como feligresa, debes dejarte guiar por mí hacia el camino correcto. Dicho esto, inclinó el cuerpo de la chica hasta ponerla a cuatro patas. Él se situó a su espalda, colocó las manos sobre las caderas e hizo que Concha elevara las nalgas. –¡No, por favor! ¡Padre, aún soy virgen y quisiera reservarme para el matrimonio! –Claro, hija, claro. Lo entiendo. No seré yo quien le niegue ese derecho a tu futuro marido. Por eso voy a utilizar tu otro agujerito. Al decir esto el cura situó su dedo en el ano de Concha. Ella dio un respingo. –¡No! ¡Por ahí no! –Exclamó asustada–. –Oh, vamos, vamos… Tranquila, pequeña. No te haré daño. Piensa que es por tu bien. Si te mancillara, ¿crees que algún hombre querría casarte contigo? Además, estoy seguro de que te gustará. Humedeció su dedo con saliva y comenzó a estimular la entrada del esfínter. Cerrada como estaba asemejaba una pequeña y rosada estrella de carne. Las expertas caricias del religioso logaron ir abriéndola poco a poco, hasta que fue capaz de introducir el dedo dentro. Concha respiraba con agitación, aún aprensiva, pero era evidente que el masaje le estaba haciendo disfrutar. Un segundo dedo siguió al primero en su exploración y así, uno detrás de otro la mano entera logró desaparecer por completo en el interior del dilatado orificio. Entonces don Julián la extrajo lentamente y colocó su pubis contra el culo de ...