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Historia del chip 020 - Se aprietan las tuercas - Irma 005
Fecha: 06/08/2019, Categorías: Grandes Relatos, Lesbianas Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos
Esperó pacientemente a su amante. En su postura habitual. Ya había sonado la alarma dos veces, así que llevaba más de dos horas en la misma posición de pechos expectantes. Podía irse o seguir esperando. Llevaba puesto el corsé de castigo incluyendo la cadena entre las piernas. Era capaz de aguantar casi cuatro horas, aunque casi nunca había ocurrido. Pero dos horas no era algo tan extraño. Galatea quizás la perdonase. La sonrisa en su boca era lo segundo en lo que se fijaría, así que Irma no dejaba de mostrar su mejor cara. Escuchó como se abría la puerta. No venía sola. No abandonó la postura. Ni siquiera se lo hubiera planteado. La última vez que lo hizo, en una situación parecida, el castigo fue ejemplar. 30 latigazos en las nalgas. Cada tres días, que era el tiempo que tardaban en recobrar su aspecto virginal. Había sido la primera vez que no habían coincidido en un castigo. Irma comprendió que no tenía nada que ganar. El castigo inicial de un mes había terminado en dos meses... prorrogables. A los cuatro meses todavía sufría su culo el acoso. Cuando por fin se pasó una semana con el culo libre de ardor se prometió cumplir a rajatabla cualquier deseo de su ama. Estaba expectante. Era consciente del espectáculo que daba. Su fértil cuerpo derretía las miradas. Desnuda, salvo la horrible cadena entre las piernas y la insidiosa apretura en la cintura. Sintió como los pezones eran tironeados con suavidad. Eran los dedos de Galatea, a dios gracias. Ojalá no le permitiese a ...
... su acompañante tocarla. Escuchó como se quitaban la ropa y no tardó en reconocer los sonidos del orgasmo masculino. El esperma estaría ya en la boca de Galatea. Debía de ser un ligue ocasional pues se fue al rato. Irma ni siquiera sabía cuánto la había contemplado o si se había excitado con su cuerpo más que con el de Galatea. Mantuvo su inmóvil compostura. Galatea fue a preparase un baño. Cuando llevaba unos minutos relajándose, Irma oyó como le ordenaba venir. Bajó los brazos aliviada y se encaminó a toda prisa hacia su ama. —Entra en la bañera, preciosa—. Irma dudó porque llevaba su corsé de castigo. —Habrá que acordar un castigo— dijo su ama mientras recibía alborozada los pechos de Irma al nivel de la cara, que inmediatamente volvió a colocar los brazos dónde debían. Era incómodo estar en la bañera con los brazos en la nuca. Y el pequeño descanso sólo servía para acentuar el cansancio que acumulaba. Sólo le compensaba sentir como los pezones eran acariciados con amor y displicencia. —Propón un castigo, cariño— dijo Galatea mientras miraba la cara de Irma. Se sentía tan afortunada. —Por favor, elige tú por mí. Aceptaré cualquier cosa que me impongas. Sin condiciones— suplicó. —Pero la última vez discutiste demasiado. Y te quedó el culo ardiendo. ¿Aceptarías algo así? — preguntó Galatea mientras manoseaba los excelsos pechos. Para corroborar el argumento llevó las manos a las nalgas de Irma y las pellizcó con fuerza. —Aceptaré. Tres meses, cada tres días, treinta azotes— ...