Lo que hubiera sido (Tercera y penúltima parte)
Fecha: 09/08/2019,
Categorías:
Infidelidad
BDSM
Autor: Cold_P, Fuente: CuentoRelatos
... Para esos instantes, no estaba excitado. No supe en qué momento Elena llegó a mi lado, pero era tarde, quizá las tres de la mañana. Me sorprendí de verla desnuda y roja como un tomate. Mi verga comenzaba a despertar. -Me estaba empezando a preocupar –me dijo sentándose impúdicamente sobre mí y colocando sus brazos alrededor de mi cuello– Te estoy esperando desde hace más de una hora. Le crucé con una cachetada el rostro. Estoy seguro que mi rostro evidenciaba mi molestia y enojo. Ella me miró, un tanto desconcertada, pero, a la vez, consciente de mi reacción. Así que, me sonrió tímidamente y agachó la mirada. -¿Por lo menos te gustó? –pregunté después de unos minutos de silencio intentando aplacar mi ira y asumir las consecuencias de mis actos. -Si, bastante –respondió aún con cabeza baja, pero alcancé a notar una sonrisa. Aquella respuesta y reacción fue un golpe más duro que cualquier vejación física que le hubiera proporcionado. -¿Mejor que yo? –inquirí completamente dolido. Ella me miró y se puso completamente seria. Sus ojos expresaban dureza, pero a la vez comprensión. -Vamos a dejar algo bien claro Pablo –comenzó firme y con sus manos tomó mi rostro– Tú eres el amor de mi vida. Nunca nadie va a ser mejor que tú. NADIE –sentenció con rotundidad y agregó:– Si en algún momento quieres retractarte, sólo tienes que decírmelo, porque me duele ver cómo estas ahorita. -Elena… -Por eso me vine así, pese a que me cuesta mucho trabajo –me dijo en una súplica– para que veas que ...
... estoy dispuesta a todo por ti y que éste cuerpo es sólo tuyo –señaló todo su cuerpo y llevó una de mis manos a su vulva– Si tú me lo ordenas, dejo de hacerlo… Sin saber qué estaba haciendo, la besé. Con pasión, con amor y con odio. No quité mis dedos de su encharcado coño y con mi otra mano amasé con brío su trasero. Ella se dejaba hacer y correspondía mis besos con mucha, mucha deliciosa lengua. Me incorporé, cargándola y la llevé a nuestra habitación. La aventé a la cama y me despojé de mis prendas. Me coloqué sobre ella y la besé nuevamente. La penetré en la posición de misionero durante un par de minutos, en los cuales no parábamos de besarnos. El ritmo era lento, pero constante, pese a que sus caderas me instaban a aumentarlo. Me despegué de ella y le ordené ponerse a cuatro. La penetré de un solo envite hasta los huevos y jalé de su cabello con fuerza para comenzar un ritmo frenético. -Hoy me puedes hacer lo que quieras mi amor –soltó entre gemidos y como pudo, se movió de mi agarre para voltearme a ver– Si quieres puedes pasarte de cabrón. Hazme lo que se te antoje. Castígame. -No necesitabas decírmelo puta –le solté con evidente enojo. -Si, si necesito… ahhh… ahhh… decírtelo –objetó. -¿Por qué necesitas decírmelo? –pregunté curioso. -Porque quiero que quede claro que soy sólo tuya –dijo soportando mi rápido mete y saca. -¿Entonces por qué te cogiste a otro, ZORRA? –le espeté y le solté una buena nalgada. -Porque tú me lo pediste cabrón, porque quiero que me castigues y ...