1. Las guerreras mágicas caen en una trampa


    Fecha: 16/11/2017, Categorías: No Consentido Lesbianas Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... atrocidades. Aterrizaron sobre la llanura verde, dejaron a los pegasos ahí para que no corran peligro, de poco les servirían su capacidad para volar en medio de tantos árboles. Entonces se internaron en el territorio enemigo para atrapar, y si era necesario, matar al malvado Camus. Caminaron varias horas, sigilosas, sin percibir ninguna presencia extraña más que las de los pequeños animales que vivían entre los árboles. — Ese Camus es un cobarde. Debe estar escondido temblando de miedo. — Dijo Melisa, que luego de varias misiones exitosas estaba demasiado confiada. Vanesa se dio vuelta para reprenderla, no quería que su vida corra peligro por culpa de la negligencia de su amiga. Pero cuando iba a decir algo, se quedó embobada viendo las tetas de Melisa. Ya la había visto muchas veces desnuda, pero se impresionó al notar que varios de los botones del saco y la camisa estaban desabrochados. Eso iba contra el reglamento, pero también era cierto que sería imposible abotonar por completo esas prendas, las tetas no cabían en ellas, eran realmente grandes e hipnóticas. Sacudió la cabeza para apartar ese pensamiento de la mente y recordó lo que quería decirle. — Camus no es como los magos a los que nos enfrentamos antes. Está entre los diez más buscados, así que no te distraigas ni te confíes por nada del mundo. — le dijo. — Ya sé, jefa. — dijo Melisa con ironía. A veces sentía que su compañera se ponía pesada, y por tener unos años más de experiencia, se tomaba la libertad de ...
    ... darle órdenes. Aun así le gustaba la mirada penetrante con que la perforaba cuando se ponía seria, le parecía adorable. Cansadas de tanto andar, y viendo que el sol ya se disponía a ocultarse, fueron hasta el lago para refrescarse. Como una broma del destino, después de la ardua búsqueda, encontraron al malvado enemigo, aparentemente por casualidad. Estaba en la otra orilla, sentado en el pasto con las piernas cruzadas. Era igual a como se lo habían descrito: un hombre que ocultaba su rostro detrás de una copiosa barba negra, larga y enmarañada. Su cabello también era abundante y estaba peinado hacia atrás. Vestía una especie de túnica negra, vieja, llena de polvo y con remiendos en todas partes. Sólo un hombre de corazón oscuro podría verse así, pensó Melisa. A Vanesa le pareció que había algo raro en esa situación. Creía que el hombre las estaba esperando, y ya no estaba segura de quien era el cazador y quien la presa. Estaba a punto de comentarle su sospecha a Melisa, pero esta, llena de adrenalina, había tomado carrera y corría para dar un gran salto y aterrizar al otro lado del lago donde se encontraba Camus. — ¡No Meli, es una trampa! — Gritó, pero su compañera ya estaba en el aire en un vuelo impresionante. Vanesa no pensaba dejarla sola. Su tonta amiga había cometido el error de atacar de frente, y ahora no tenía más opción que hacer lo mismo para aumentar las probabilidades de éxito. Así que tomó carrera tal como lo había hecho Melisa, corrió, y una vez que estuvo en la ...
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