1. Mamitas necesitadas


    Fecha: 18/11/2017, Categorías: Incesto Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    Mi nombre es Patricia, y lo que a continuación detallaré fue quizás uno de mis grandes pecados. Aunque, no fui la única que pasó por los mismos nervios, ansiedades, culpas y cuestionamientos de la infidelidad. Era domingo y en la casa de mi madre. Octubre relucía soleado, caluroso y apacible, con una tenue brisa por los corredores de la casa y el patio. Era el día de la madre. Por eso no había muchos hombres invitados al almuerzo. Solo estaba mi padre, que fue el designado para asar el cordero, mi tío Enrique y don Cristóbal, un vecino viudo y muy apegado a la familia. El tío Enrique tenía problemas mentales, y no se lo podía dejar solo. El resto de los invitados, mi tía Liliana, que es la solterona de la familia, mis dos hermanas Luisina y Flavia con sus niños, mi prima Verónica, mi abuela Nuria, la señora Lita, que es la empleada de mi madre hace muchos años, y por supuesto mi madre. Ella siempre fue una anfitriona ejemplar. No nos dejó ni siquiera decorar la mesa. Conforme íbamos llegando nos acomodábamos en el inmenso patio florido y nos poníamos a charlar, beber alguna copita o fumar un cigarrillo mientras se cocinaba el cordero, y los niños se correteaban por todos lados. En cuanto doña Lita dejó la última bandeja de ensalada en la mesa, me escogió para pedirme que me cruce a la verdulería del frente y le traiga más tomates. No le acepté el dinero y fui sin más. Al salir del lugar me choqué con un hombre que estaba por entrar. Todo por no pisar a un perro que yacía ...
    ... muy cómodo en la vereda. Le pedí disculpas, él se disculpó también, y no pude evitar expresarle ni bien terminé de reconocerlo: ¡Vos sos Lucas, el profesor de informática de Santino, mi hijo más grande, no?! En efecto, el muchacho se quedó helado, pero dijo que sí. No solo no entró a la verdulería, sino que me dio fuego para que ambos compartamos el último cigarrillo que me quedaba. Por alguna razón nos pusimos a charlar, y nuestras miradas eran demasiado lacerantes, evidentes, expresivas y cargadas de deseo. Le dije que mi marido lo estaba pasando con su madre, al igual que todos los hombres de la familia, con la salvedad de mi padre. Le conté que mi hermana menor se quedó embarazada a días de cumplir los 18, y que en casa la queremos matar. Le confié mis fuertes sospechas de que mi marido me caga con su secretaria. Todo en unos minutos que parecían detenidos en el tiempo. No entendía por qué mi boca había ido tan lejos! Lucas solo me dijo que su esposa estaba de vacaciones en Brasil, y que su madre murió hace unos años. En el momento de despedirnos sentí que un pedazo de cielo se desmoronaba adentro mío. Quería seguir oyendo sus palabras, viendo la cara de pícaro que ponía al mirarme las tetas, o simplemente observarlo fumar. Estaba delicioso ese pendejo, y yo arrastraba una sequía sexual importante. Mi marido no se interesaba en mí, y eso se me había hecho rutina. Por eso comprendí por qué me mojaba tanto con solo escucharlo respirar. Justo cuando iba a cruzar la calle para ...
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