1. Elevando el deseo: sexo en el ascensor


    Fecha: 21/11/2017, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Norah, Fuente: CuentoRelatos

    Diego y yo nos conocimos en circunstancias extrañas, a la salida de un boliche y con unas copas de más encima su grupo de amigos y mi grupo de amigas nos encontramos por primera vez. Esa madrugada compartimos un viaje en automóvil juntos, viajé sentada en las piernas de él, las piernas de un total desconocido que me sostuvo con delicadeza durante 15 o 20 cuadras mientras recorríamos la ciudad. Me acuerdo de su perfume, teníamos los rostros bastante juntos, él usaba un piercing debajo del labio que me parecía muy sensual... de pronto me encontré viajando con mi imaginación y jugando con sus labios: cerré los ojos y me imaginé que recorría mi cuello despacio mientras la piel se me ponía de gallina. Cuando regresé a la realidad seguía sentada sobre él, excitadísima, con los pezones duros y bastante mojada. Habíamos parado en un almacén y algunos de los que viajaban en el auto estaban comprando algo para desayunar. Diego parecía tranquilo, uno de sus brazos me rodeaba de costado y el otro se apoyaba en mis piernas. Estaba de pollera y me preguntaba si acaso notaría mi estado, me puse nerviosa y traté de despejar los pensamientos: sin saberlo estaba ante una de las personas que más me excitó en mi vida (y ni siquiera me había tocado). Por ese entonces tenía 19 años (hoy tengo 26). Era delgada, con buenas piernas y curvas bastante interesantes y nunca pensé que podía llegar a estar tan caliente con alguien. Esa era la palabra que en ese momento definía mi relación con Diego: ...
    ... calentura. Una necesidad insoportable de que me ponga contra la pared, levante mi pollera, haga a un lado mi tanguita y me penetre entera, sin aviso previo, sin preámbulo alguno... Pasados siete años (y muchas idas y vueltas que algún día contaré) nos rencontramos "virtualmente". Yo casada y él a punto. Los dos mucho más directos y maduros y conscientes de que nuestras vidas son hermosas y funcionan perfecto decidimos comenzar a trabajar juntos: los dos sentíamos la misma pasión, la radio. Así que hablamos con una emisora local y comenzamos un programa a la noche. El rencuentro fue mejor de lo que me imaginaba. Nos juntamos unas horas antes del primer programa en un café céntrico. Pedimos algo para merendar y nos reímos como viejos amigos que habían dejado de verse pero entre los que nada cambió. Luego fuimos al estudio y dejamos fluir nuestras emociones y palabras. La audiencia respondió y el programa fue un éxito. Cuando terminamos ordenamos todos y nos dirigimos al ascensor, estábamos satisfechos y felices del nuevo camino que comenzamos a recorrer. Al subir al ascensor dispuestos a bajar los 18 pisos que nos separaban de la avenida principal de la ciudad me tomé un momento para mirarlo: estaba lindo como a los 19, pero más… hombre, más sensual y con esa media sonrisa que todavía me hacía temblar las rodillas. Se cerró la puerta. Estábamos solos, nos miramos con esa incomodidad con la que se sonríe a un extraño y en ese momento un golpe nos sacudió. El ascensor quedó trancado ...
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