El infierno de Rosita
Fecha: 22/11/2017,
Categorías:
No Consentido
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
La primera vez que Mariano, el hijo de los patrones, abusó de Rosa, ambos tenían dieciocho años. Ella estaba haciendo la cama del joven, creyendo que él estaba en la universidad. Pero esa mañana había tenido una sola clase, por lo que a las diez ya estaba en su casa. Cuando Mariano subió a su cuarto se encontró con Rosa, que estaba inclinada, ajustando la sábana al colchón. Estaba vestida con su sobrio uniforme de empleada doméstica, que consistía en un vestido largo de color azul oscuro y un delantal blanco. A Mariano le calentaba mucho Rosa. No es que fuese especialmente hermosa, de hecho, tenía varias amiguitas de la facultad mucho más lindas que ella. Pero a él le encantaba el culo de la sirvienta, además, ese uniforme aburrido lo excitaba muchísimo, le daban ganas de arrancárselo con los dientes. β Hola joven, no sabía que ya había vuelto. β le dijo ella, con una sonrisa, mostrando los perfectos dientes blancos, que resaltaban mucho en medio de la oscuridad de su piel. β Ya termino y le dejo el cuarto bien ordenadito eh. β le dijo ella y continuó haciendo la cama. Él de alguna manera, llegó a la conclusión de que cada vez que la mucama se agachaba para estirar el cubrecama y poner las almohadas prolijamente sobre la cama, le exponía descaradamente el culo, para hacerlo calentar. Así que aceptó la invitación que solo existía en su imaginación y se abalanzó sobre Rosa. β Pero joven ¿qué hace? β gritó ella, alarmada, cuando sintió los brazos que rodeaban su cintura y la ...
... acercaban al cuerpo del hijo del patrón, haciéndole sentir el fierro duro que se escondía en sus pantalones. β Quedate tranquila, negrita, que mis viejos ya se fueron a trabajar. β le dijo él, poniendo una mano sobre las tetas de Rosa, para luego darle un empujón que la tumbó encima de la cama que acababa de arreglar. β ¡No joven Mariano, por favor! β rogó Rosa, tratando de salir de esa situación. Pero el joven ya se había tirado encima de ella, y como era muy fuerte, ella apenas podía moverse mientras él le levantaba la falda y comenzaba a acariciarle los muslos. β ¡No, por favor! β gritó, pero él ya comenzaba a masajearle las nalga, mientras que con el otro brazo la mantenía inmovilizada. β Cerrá la boca o te volvés a Formosa, campesina atorranta. β la amenazó. Rosa no quería volver a Formosa, ya no tenía nada ahí. Su única hermana se había escapado de la casa y su madre había muerto hace mucho. Allá sólo estaba su padre alcohólico y golpeador y las grandes extensiones de campo desolado. β Así me gusta negrita atorranta, las sirvientas tienen que hacer lo que el jefe le ordena. Rosa escuchó esas palabras, al mismo tiempo que sintió cómo le tironeaban la bombacha hacia abajo, dejándole el culo desnudo, sólo entonces se dio cuenta que había dejado de resistirse. Se retorció un poco para intentar librarse del poderoso cuerpo del joven, pero fue en vano, Mariano tenía mucha fuerza en sus brazos. Le levantó la pollera, se bajó los pantalones, sin dejar de mantenerla quieta, arrimó ...