Mi San Valentín
Fecha: 01/12/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: MadeInChile, Fuente: SexoSinTabues
... sensaciones, nuevas emociones, nuevos rincones eróticos de una vida pletórica. Me apoyo en mis codos mientras lo miro acercarse, me excita el verlo fuerte, experto, único, erecto. Me coge los muslos y hace que me resbale por la cama, abre mis piernas de par en par, acerca su boca a mi sexualidad y sin perdón inicia ese majestuoso juego entre su lengua y mi vagina. Oh dios, que sensación perfecta de saliva, lengua y excitación. Cierro los ojos, muerdo mis labios, levanto la cabeza y veo como su nariz acaricia mi delicado y claro vello púbico, veo como su lengua sube y baja por mi vagina, desaparece. Su boca besar, recorrer, conquistar mis labios, veo su espalda ancha, sus hombros fuertes, sus brazos poderosos, sus manos duras apretar mis blancos muslos para dejar una huella roja en señal de conquista con sus dedos. Separa su cabeza, se recupera para posarse sobre mí y besarme: ese sabor salado a saliva y a mi sexo me inunda la boca, mi lengua imita el juego de la suya, mis manos acarician su espalda, sus manos desabrochan los botones de mi camisa para luego acariciar mis senos y pellizcar con delicadeza mis rosados pezones. Mientras esto ocurre, con su otra mano coge su pene, lo lleva hasta la entrada de mí, con su glande masajea mis labios de arriba hacia abajo, varias veces, lo que eso me provoca soltar un sutil gemido. Separa su rostro, me mira a los ojos y sin esperarlo mueve su cadera hacia delante y empieza a introducir su pene dentro de mí mientras ambos soltamos un ...
... gemido con las bocas muy abiertas y apegadas la una de la otra. Que delicia, sentir como su pene se abre paso dentro de mí, como todo mi ser se expande para su pene, como mi humedad es cómplice para facilitar la invasión fálica a mi vagina: lo apoyo. Pongo mi cabeza entre su cuello y su hombro, presiono con fuerza su espalda para llevar su pecho a mi cuerpo y mis manos se entierran en sus hombros: -Papá!! Te amo te amo te amo –le decía mientras terminaba de penetrarme. Cerré fuertemente los ojos. -Yo también te amo, mi pequeña- me decía al oído mientras empezaba el magnífico juego del vaivén entre caderas. Sus embestidas hacían estremecerme una y otra vez, soltar gemidos fuertes, inundantes, expresiones de dolor y placer. Éramos uno. Apoyaba mi espalda a la cama, llevé mis manos hacia la almohada, extendiendo así mis brazos. Desde esa perspectiva disfruté su cuerpo sobre el mío, las venas que se le marcaban en la frente, sus brazos a mis costados haciéndome prisionera de él, su cadera embistiendo a la mía, mis piernas abiertas de par en par y el al medio, su pene entrar y salir de mi ser, húmedo, erecto, venoso, nuestros bellos púbicos enredarse, nuestras pieles, de todos distintos, transformarse en una sola, en un solo ser, en un solo momento, en un estado, en un mundo, en una emoción: amor. Sus embestidas eran más y más fuertes, el sonar de las pieles al chocar era fuerte, el sonido de la cama al chocar con la pared era notorio, pero mis gemidos inundaban todo ello: la ...