Un polvo contra el estrés
Fecha: 03/12/2017,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: pantia, Fuente: CuentoRelatos
Llevaba unos días un poco decaído, y no sabía porqué me sentía cada vez más desganado y sobre todo muy cansado. Supongo que tenía que ver con que atravesaba una racha de mucho trabajo en la oficina, con un estrés que me impedía pensar en otras cosas. De hecho los fines de semana casi ni salía, y mi vida sexual se había ido aletargando. Un día hablando con un amigo, me recomendó ir al médico, para que me diese vitaminas o algo así. Hacía mucho que no iba a consulta, así que cuando me dieron cita telefónica con la doctora Zorrilla, ni siquiera me sonaba de nada, aunque su apellido me resultó sugerente. A pesar de que me imaginé a una joven doctora recién salida de la facultad, seguramente sería una señora mayor, como otras veces. Para variar, mi jefe me entretuvo en una reunión, y tuve que salir pitando. Llegué justo cuando ya no quedaba nadie, y eso que me habían dado a última hora para no tener problema, pero la había cagado bien. En el hall no había ni un alma, sólo se oía a la limpiadora en la planta de al lado, y más que nada ya que estaba allí, llamé a la puerta de la doctora. Me pareció oír algo que no llegué a distinguir, así que abrí la puerta, y entré con cautela. No sabía si habría alguien en consulta. La puerta rechinó, y al fondo, detrás de un biombo con cortinas azules, una voz de mujer preguntó: - Rosa, cielo ¿eres tú? Seguramente me confundiría con la enfermera, o con la limpiadora. De mi boca salió una débil frase, mientras deducía que era la doctora, ...
... cambiándose: - Perdone, soy el paciente que entraba en último lugar, creo que he llegado demasiado tarde. Mientras decía esto, mi curiosidad me llevaba a seguir andando lentamente hacia el biombo. Ella respondió: - Ah, no se preocupe, me estaba cambiando, por favor, espéreme un segundo que me vuelvo a poner la bata. Tenía voz de mujer, no era ninguna jovencita, pero al ver que había un resquicio en el biombo, como los que se forman en los probadores de las tiendas, no pude evitar echar un ojo. Lo que vi aceleró mi pulso, y el riesgo de ser pillado me acrecentó el subidón. La doctora se estaba desabrochando la blusa y su falda estaba en el suelo, a sus pies, mientras se estiraba a coger la bata blanca. Pude ver que llevaba un sujetador de flores, a juego con las bragas blancas, también de encaje de flores. Éstas se le transparentaban bajo unos pantys blanquísimos, con demarcación por debajo de la entrepierna y el borde ajustado perfectamente a la altura de su ombligo. No estaba nada mal, su cuerpo era muy sexy, y más en esa situación... Me fijé rápidamente en su entrepierna, en sus pechos y recorrí sus piernas blancas de arriba a abajo. Sentí que se me ponía dura, justo cuando ella ya se abrochaba los últimos botones de la bata. Justo en ese momento, mientras yo estaba girado completamente hacia ella, contemplando el espectáculo, entró por la puerta de la consulta la doctora en prácticas, una chica joven, vestida de calle, casi sin hacer ruido: - Perdón, ¿es usted el paciente? Yo me ...