1. Mi efebofilia 1 - "Juan, ojos azules"


    Fecha: 10/12/2017, Categorías: Gays Autor: meteorotuc, Fuente: SexoSinTabues

    Amigos, ¿qué tal? Estas son historias vividas por mí a lo largo de estos últimos años. Entrando ya en mis 40 me considero una persona madura que, como otros, vive su sexualidad de manera plena y lo suficientemente cargada de morbo. Esa morbosidad que alimenta la fantasía y el goce cotidiano. Quienes me conocen de estos foros saben cómo pienso y algo de los vaivenes de la vida que me hacen ser quien soy. Bisexual de siempre, he vivido mis momentos de placer sexual desde muy jovencito. Hasta llegar a este punto en que creo haber superado mi atracción por niños a otra más plena por los jovencitos. Me siento pleno en mis relaciones no sólo sexuales con varones púberes, es decir a partir de su desarrollo sexo-genital. Digamos que desde los 14 o 15, donde su implicancia es plena a pesar de dudas, temores e inseguridades. Hay en ellos un deseo de placer que les permite experimentar en un ambiente de confianza y complicidad. Conocí a Juan siendo un niño de 13 años, acuerpado sin ser gordo, de vivaces ojos azules. Educado y respetuoso tal vez al extremo, como pocos otros. Simpático y agradable al trato como vecinos cada vez que uno se cruzaba con él y sus padres en la escalera o el ascensor. Estudia música y toca el piano. Es su pasión. Sus padres, profesionales ambos, habían moldeado su carácter que, a mi parecer, parecía sumiso a ellos. Digamos que un niño sobreprotegido. Reconozco haberme sentido atraído por él. Aunque jamás se me ocurrió intentar acercarme a él de modo privado. ...
    ... Fue el tiempo y sucedió casi al revés, y casi también por casualidad. A sus 14, casi 15, había obtenido más independencia. Se movía solo, lo veía salir y regresar de su colegio, del conservatorio, del supermercado. Había empezado a fumar, a escondidas claro, y eso lo llevó a pedirme en confianza le convidara un cigarrillo un mediodía que me lo encontré al llegar a casa en el portal del edificio. Se lo di con la condición que no fuera a delatarme si lo pillaban. Me aseguró que sí, que no había problema. Que estaba solo en casa hasta la tarde que volvían sus padres. Fue un instante de complicidad que se repetiría a partir de entonces. Fueron muchas las veces que coincidíamos entrando o saliendo. Cierta vez me contó que casi lo pillaron un día que su madre regresó antes y olió a tabaco en la casa. Le aconsejé tuviera cuidado, y me preguntó si podía subir alguna tarde a mi casa y compartir unos cigarrillos con tranquilidad. Yo siempre preocupado por mi intimidad y evitando suspicacias vecinales traté de que entendiera que si subía debía ser discreto. Aceptó con una sonrisa que demostraba esa complicidad en la que estábamos y un dejo de picardía por la travesura que iba a cometer. Vivo en el ático, sin vecinos colindantes, lo que favorece a mi privacidad. Estoy solo desde hace unos años; mi familia quedó lejos en mi tierra. Mi casa es mi mundo, donde sólo entra quien yo quiera que entre. Juanito, como le llaman sus amigos, subió una tarde poco después de la comida, y pasó unas horas ...
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