Mi efebofilia 1 - "Juan, ojos azules"
Fecha: 10/12/2017,
Categorías:
Gays
Autor: meteorotuc, Fuente: SexoSinTabues
... conmigo. Charlamos de todo, de música, de sus estudios, de los vecinos. Le invité a merendar algo antes de que él se bajara a su casa y yo saliera rumbo al trabajo. La sorpresa vino al día siguiente cuando cerca de las 2 de la tarde me tocó la puerta de casa con suaves tres golpes. Volvía Juan a visitarme. Intuí que esto se iba a repetir casi a diario, y me preocupó. Claro, empezaba a sentirme invadido. Intercambiamos números de móviles y acordé con él siempre preguntar por sms si podía subír. Lo entendió a la vez que empezaba a cuestionarme los por qué. Le costaba entender mi punto de vista de que era su bien propio. Nunca fue bien visto una relación de amistad entre un jovencito y un adulto, y no estaba yo interesado en escandalizar vecinas. Con el tiempo agarramos mucha confianza, al punto de él descubrir mi bisexualidad y de entender y aceptarlo sin mayores conflictos. Empezó a abrirse en sus conversaciones tratando temas más íntimos, contándome de su relación con sus padres, de su soledad, de lo estructurada de su vida, de sus pocos amigos. Con su emotividad a flor de piel se atrevió a llorar delante de mí, a yo ofrecerle un abrazo de consuelo y tener ambos un primer contacto físico que me puso en estado de alerta y excitación y de lo que él no fue ajeno. Algo había cambiado. Una tarde fría de invierno lo esperaba para ver juntos una película en plan sofá y manta. Mi morbo estaba disparado al punto de estar dispuesto a conseguir lo que pudiese llegar a darse. Teníamos ...
... tiempo libre hasta cerca de las 7 de la tarde y había quedado a las 2. Llegó con una mochila donde, para mi sorpresa, traía un pijama. Sorprendido yo y con mucha gracia él me dijo que le gustaba estar así de entrecasa. Entró a mi dormitorio a cambiarse, luego hice lo mismo yo, y nos fuimos a la sala. Fue muy fácil adormilarse bajo la manta en el sofá, la película tampoco ayudaba mucho. De pronto nos vimos muy cerca el uno del otro. Pasé mi brazo por sobre sus hombros, se acurrucó aún más a mí y nuestra excitación surgió como por arte de magia. Pronto ya estaba acariciando su rostro, su cuello. Él abrazándome el pecho y suspirando quedamente. Le agradaba y me agradaba. No me impidió meter mi mano bajo su camiseta y tocar su pecho, sus pezones. Subió su rostro hacia mí y, con ojitos vidriosos y mirada de deseo, me besó. No hacían falta palabras. Se montó sobre mí refregando su pene en el mío. Me dejó tocarlo todo. De su espalda bajé a sus nalgas, redondas y carnosas. Incluso me permitió aventurarme en su ano virgen, a la vez que él empezaba a tomar con sus manos mi verga y masturbarme. Le propuse avanzar más, desnudarnos e intentar penetrar, si así lo quería. Pero me dijo que no con su cabeza, que otro día. Bajó hasta mi verga en todo su esplendor, y liberándola de mi pijama empezó una tímida mamada que me llevó al cielo. Su torpeza me excitaba tanto como el empeño que le ponía. No se atrevía a tragarse todo mi falo; entiendo que le costaba. Le pedía que pasara su lengua a la ...