Fantasía erótica: El obsequio
Fecha: 11/12/2017,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: Alvaro G. Suese, Fuente: CuentoRelatos
El telón, deslizándose suave sobre aquel universo de sensaciones, puso a fin a la magia de la representación. La obra había concluido entre los bravos de un público entregado que se negaba a abandonar aquel espacio que, por dos horas, se había convertido en el crisol de sueños irrealizables. Una vez más, los dos protagonistas salieron a escena mientras las grandes cortinas, de un rojo apagado, dejaban ver a retazos el inanimado decorado de lo que había sido el marco de mil vivencias llenas de fantasía. Nos miramos seguros de haber tomado la decisión acertada cuando elegimos aquella obra de entre las muchas que representaban en la ciudad. Sin duda había sido una buena elección. Las sombras de la noche nos acogieron tímidas lazándonos entre sus largas manos de cuidada mujer. El otoño, pedante y decadente, había hecho presa de la ciudad y las primeras hojas comenzaban a alfombrar de ocre el largo paseo de románticos ecos. Volvimos a mirarnos una vez más dejando que los ojos delatasen intenciones surgidas del fondo de nuestros deseos. Sueños que se habían ido gestando tras largas tardes de tertulia, de secretos compartidos en complicidad, de elocuentes silencios nacidos de algo que ni nosotros mismos sabíamos definir. Habíamos llegado a la ciudad por caminos diferentes, inseguros de nosotros mismos. Nuestro bagaje de fantasías y de deseos mal disimulados, surgidos de entre sombras y sugerentes penumbras, tan solo nos habían aproximado a un montón de sueños que queríamos vivir en ...
... comunión de sensaciones, de sentimientos. Pese a todo, tal vez fuésemos unos completos desconocidos surgidos de entre las sombras inquietantes de una noche como aquella. Cenamos en aquel pequeño restaurante próximo al teatro y aprovechamos para recuperar las eternas conversaciones que nos habían permitido conocernos, saber de nosotros mismos, de nuestros miedos, de nuestras frustraciones, de nuestro universo de deseos embutido en una rígida formación de colegio religioso. Te mostrabas sensual, deseable, hermosa, con ese toque de ingenuidad pueblerina que te hace ser diferente. Me habías hecho caso y venciendo tus reticencias iniciales te habías vestido con aquella falda corta y unos zapatos de tacón que resaltaban tu silueta en la que casi no se percibía el inexorable paso de los años. Sonreías, pese a todo, nerviosa, como si de un momento a otro fuese a cruzar la puerta una presencia indeseable. Creo que supe tranquilizarte. Cenamos y nuestra conversación se desvió a un mundo de experiencias jamás contadas, vividas en secreto; un mundo de deseos irrefrenables de los que nos habíamos hecho muchas veces partícipes en nuestras largas tardes de tertulia. Sonreíste como otras veces al contarme, casi susurrando, aquella tarde en la que, en la soledad de tu casa, te desnudaste y, vestida tan solo con unos zapatos de tacón de aguja, posaste para ti delante del gran espejo de tu habitación, tu santuario erigido a lo que jamás pudo ser. Te viste hermosa, seductora, atractiva. Sentiste ...