Fantasía erótica: El obsequio
Fecha: 11/12/2017,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: Alvaro G. Suese, Fuente: CuentoRelatos
... que nada estaba perdido, que quedaba mucho por vivir, mucho por sentir, mucho por experimentar y te entregaste a aquella masturbación salvaje, llena de erotismo de la que fue testigo, mudo e insolente, aquel joven que te observó tras los visillos mal cerrados de la casa de enfrente. Tirada sobre la alfombra de tu cuarto, indolente, arqueaste el cuerpo sintiéndote penetrada por un invisible falo capaz de transportarte a un universo ignorado hasta entonces para ti. Al final, aquel orgasmo interminable te devolvió muchos de tus años perdidos, mientras el joven gemía de placer tras los visillos de su casa contemplando la escena. Durante la cena dejé que mis manos acariciasen varias veces tu rostro, incluso que se deslizasen, suaves, por entre tus piernas buscando algo que sabía era mío. Noté como te retorcías de deseo esperando que aquella noche jamás tuviese final. Salimos de aquel local seguros de que la noche daría rienda suelta a nuestros deseos más primitivos. Una ráfaga de aire fresco, venido del norte, no fue excusa suficiente para evitar que te empujase hacia una esquina mal iluminada y allí, con pasión, fundiese mis labios con los tuyos, penetrando tu boca con mi lengua. Te sentí llena de deseo, pasional, entregada. Todavía recordaba aquella pequeña boite de mis años jóvenes y no dudé en conducirte, lazada de mis manos, a mi pequeño santuario de escarceos amatorios. Aquella iluminación tenue, sugerente, cargada de erotismo, sería el marco idóneo para saber de ti, ...
... conocer tus dudas, tus sueños, tus fantasías. Saliste a bailar sola al medio de la pequeña pista. Te sentías como jamás lo habías hecho, libre, sensual, acaparadora de miradas. Incluso un hombre sentado en la barra se te acercó y te invitó a bailar. Te miré mientras te contorneabas para él. Me gustaste; por un instante me di cuenta de que serías capaz de todo. Volviste a la mesa y tras beber un trago largo de tu copa me pediste que cerrase lo ojos. Después de unos segundos, me cogiste la mano y me entregaste lo que tú misma llamaste “tu regalo”. Aquella tela suave y olorosa me devolvió al universo de ensoñaciones que había vivido ya contigo en nuestras tardes de tertulia. Abrí la mano y acaricié tu tanga de pequeñas dimensiones mientras tú, sonriendo con picardía, besaste suavemente mis labios. Acercaste tu boca a mi oído y comenzaste a susurrarme frases que jamás había escuchado. El mundo pareció llenarse de un erotismo imposible de recuperar. Me miraste y poniéndote de pie, me cogiste de la mano para salir a la pista. Aquella canción lenta, de los 60, supo hacer muy bien el resto. Nos fundimos en un beso que se nos antojó eterno, un beso como jamás habíamos dado a nadie en la vida y sin recato comenzamos a explorar nuestros cuerpos, a tocarnos, acariciarnos, desearnos. Volviste la vista hacia tu derecha y sonreíste de forma enigmática. El cartel luminoso te dio la pista. “Servicios”. Me agarraste por el cuello y susurrando me dijiste: ¡Ven, fóllame! Caminaste resuelta ante mí. Te ...