Dulce y amarga amistad (01)
Fecha: 14/12/2017,
Categorías:
Gays
Bisexuales
Autor: Albany, Fuente: CuentoRelatos
Historia de dos amigos: Jesús Alejando y Álvaro Detuve el coche delante de la casa de Álvaro, dudé en bajarme y entrar, tendría que saludar a su familia y al final… ¿por qué no?, ellos se sentirían más tranquilos al ver que estaría conmigo. Pulsé el timbre de la cancela del jardín y no escuchaba el sonido, pero su gran perro pastor apareció enseguida ladrando y moviendo la cola, contento de volver a verme. Empujé y traspasé la puerta, Drago quiso saltar encima de mí y tuve que contenerle para que no pusiera sus zarpas en mi pecho. -Quieto, tranquilo. Si se ponía derecho era más alto que yo, le acaricie la cabeza y no resultaba suficiente, quería más. Su madre me esperaba en la puerta de la cocina vestida en plan de trabajo con guantes de cabritilla amarillos para cuidar sus manos de pianista, los tenía sucios de tierra y no se atrevió a abrazarme, lo tuve que hacer yo mientras ella me besaba. -¡Cuánto tiempo sin verte Jesús! Habían pasado dos meses de verano y todos fuera de la ciudad como todos los años, éste peor porque no había pasado algún día con ellos. Antes de poderla responder tenía a su hija rodeando mi cuello. Natalia que había perdido su timidez conmigo, y que a sus quince esplendorosos años seguía siendo una niña. -¿Álvaro? Indagué a la vez que abrazaba el breve cuerpo que se me apretaba. -Ya ha desayunado y está lavándose los dientes, le voy a decir que has llegado. Natalia salió corriendo al interior de la casa. -Cuídalo Jesús, no sabemos lo que le sucede, si ...
... os quedáis unos días nos veremos el fin de semana. Me suplicaba con la mirada lo que no quería decir con la boca y se la veía preocupada. -Igual os esperamos allí para escucharte tocar, no pudimos ir a tu último concierto, nos lo perdimos y lo sentí. En ese momento salió Álvaro, Natalia le llevaba la bolsa con su ropa arrastrándola mientras él se metía la camisa debajo del pantalón. Nos fundimos en un interminable abrazo. Nos despedimos aunque Natalia quería venirse con nosotros poniendo cara de enfadada, y después de escuchar las recomendaciones de su madre pudimos montar en el coche y emprender el viaje. Llevábamos una tercera parte del camino recorrido, una hora de viaje sin que Álvaro hubiera abierto la boca, yo tampoco. Coloqué mi mano sobre su rodilla desnuda, sentí como se estremecía, como si volviera en ese momento a tener consciencia de donde se encontraba y, a su vez, colocó la suya encima apretándomela fuerte. -¡Jesús! -Fue un gemido lo que le salió de la boca. Volví la mano para entrelazar los dedos, me apretaba hasta hacerme daño. -¡Mónica! ¡Joder, joder, joder! -Comenzó a llorar y la mano que sujetaba la mía subió hasta su cara para apretarla en su mejilla, sentía la humedad cálida de sus lágrimas rodar mojándonos las manos. Me rompía el corazón pero mantuve la calma dejándole llorar y que se desahogara hasta que retiré la mano para coger la palanca de cambios y reducir la velocidad. Detuve el automóvil en un área de descanso y paré el motor. Sin quitarse el ...