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Uno
Fecha: 16/12/2017, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... vendedor en el centro del dormitorio. Con sus salvajes ojos azules clavados en cada milímetro cuadrado de la nueva anatomía que iba descubriendo. Su pelo moreno y corto, su piel blanca, sus erectos pezones, su coño depilado, toda ella ardiendo, mojada, palpitando. Toda ella persiguiendo únicamente el placer de follar y ser follada mientras sabía que su esposo les estaba escuchando desde su trabajo. Le oía sí. Como también pudo oír los chupetones y las succiones de su esposa desde que ésta le quitó el teléfono y se lo acercó a la boca para que no perdiese detalle. Casi podía verla. Su esbelto y delgado cuerpo arrodillado frente al duro miembro del vendedor. El sorprendido hombre de pies, casi seguro que con las piernas temblorosas, mientras su mujer se introducía su polla hasta la garganta. Bien sabía él de lo que ella era capaz. El ruido de los muelles de la cama recibió a la pareja al otro lado del auricular. Lame todo mi cuerpo, ordenó desde la distancia la firme voz de su esposa. Muérdeme los pezones. Con fuerza. No temas hacerme daño. Andrés no podía resistirse más. Se levantó de su silla, cerró con pestillo la puerta de su despacho y se sentó sobre el pequeño sofá de cuero rojo tras bajarse los pantalones. Los jadeos de su esposa iban en aumento mientras él comenzó a arañarse suavemente su polla. Ahora gírate. Quiero que hagamos un sesenta y nueve. De nuevo imaginó la dura verga de aquel tipo penetrando los labios de su esposa y a ésta disfrutando mientras le devoraban ...
... por debajo. Aquellas palabras tan solo sirvieron para espolear su imaginación. Cada vez estaba más caliente. Cuando le pareció escuchar como su esposa alcanzaba su primer orgasmo, su cuerpo estalló en un enorme chorro de esperma que le llegó hasta más arriba del ombligo. Afortunadamente se había apartado la corbata y la camisa. Mientras, su esposa seguía jadeando. Métemela. Así. Bien dentro. Hasta el fondo. Oh, sí. Debía estar gozando como una zorra. Sus jadeos se volvieron chillidos a medida que el otro hombre la horadaba cada vez más velozmente. Su pene se resistía a descansar. Los gritos de placer de su esposa le pedían a voces otra paja. De nuevo se llevó las manos a su miembro y de nuevo volvió a agitarlo con virulencia. Sácala, sácala. No quiero que te corras dentro de mí. Así. Dámela. De nuevo el ruido de su boca llegó a sus oídos. Esta vez no duró mucho. Enseguida escuchó como unos profundos bramidos anunciaban que el otro hombre se había corrido dentro de aquella boca que él había besado tantas veces. Solo esa idea le produjo una segunda y abundante corrida. Vuelve a metérmela. Vamos. Apenas sí se había tragado todo como una niña buena y ya estaba pidiendo más. De nuevo le pedía ser penetrada. De nuevo aquella polla anónima volvía a entrar dentro del cálido cuerpo de su esposa. Así, así. Mmmm como me gusta. Más rápido. Un segundo orgasmo en forma de un largo y sentido jadeo Anunció, por fin, el final de la tormenta. El pitido del teléfono le anunció que aquello era ...