Seducida por un maduro (yo 18 años)
Fecha: 01/01/2018,
Categorías:
Sexo con Maduras
Confesiones
Autor: Ale20, Fuente: CuentoRelatos
INTRO Mi nombre es Alejandra. Esto me sucedió en Marzo del 2015 cuando acababa de cumplir los 18 años de edad. Soy una muchacha de 1.65m., cabello pelirrojo rizado, piel blanca y bonita de rostro. Complexión media. Caderona. Estudiaba la prepa en ese tiempo. Recuerdo que aquel fue un día muy bonito y soleado. Había salido temprano de clases y decidí ir a relajarme un rato al bosque de Chapultepec yo sola. Tomé el servicio de metro y me dirigí a ese parque. Llegué rápido y busqué un lugar no tan concurrido bajo de un árbol para leer un rato. Estaba concentrada en mi lectura cuando él llegó: un señor alto de aproximadamente 45 años. Aunque se le empezaban a notar signos de calvicie, no era feo y se veía en buena forma. Se acercó, se sentó frente a mí y se disculpó por el atrevimiento de hablarme así de repente. Me sorprendí que de instante apareciera así, ya que no pasaba mucha gente por ese sitio que había elegido. Comenzó a hablar y dijo que me había estado observando unos minutos y pensaba, creía, que yo le parecía “perfecta” para formar parte de un ballet. Me le quedé viendo estupefacta por un momento por lo desconcertante que eso sonó. Sonrió y me preguntó que si me agradaría formar parte del equipo, que él estaba buscando chicas para ello. Yo aún sin decir ni una sola palabra solo pensaba en toda la farsa que había armado para poder acercarse a mí. Y aunque después me enteraría que en realidad sí era preparador físico y masajista de un ballet, su verdadera intención no ...
... había sido reclutarme, sino algo más. Deje que siguiera hablando. Mientras lo hacía, pensaba en toda su broma: “¿yo? ¿Cuerpo de bailarina?” Que divertido. Sé muy bien que ellas son personas muy delgadas. No es que yo sea gorda, sino que soy una mujer con curvas: nalgas y muslos grandes bien formados. Terminó de hablar y solo me limité a decirle: “no, gracias”. Sin embargo, él no quitó tan fácil el dedo del renglón. Siguió insistiendo e insistiendo hasta que se dio cuenta que empezaba a molestarme. Entonces dijo: “está bien, te dejo mi tarjeta por si te animas”. Tomé la tarjeta donde venía su número telefónico y le dije “ok, gracias”. Recuerdo bien que en ese momento yo estaba completamente indiferente, sin embargo me había dado cuenta que me atraía algo de él, aunque no le daba importancia en ese momento. Una vez que tomé la tarjeta pensé que se retiraría de inmediato, más se puso de pie y me pidió muy amablemente le diera mi número de celular. Obviamente me negué a eso de inmediato, pero él no se movió y se quedó observándome. Intercambiamos miradas y de nuevo comenzó a insistir. Me hartó. Me hartó por lo insistente y le dije: “está bien, anótalo” con un tono de voz molesto. Comencé a dictarle un número que por supuesto no era el mío, solo iba diciendo números al azar. Él los tecleaba en su celular. Terminé de dictarle, pasaron unos segundos y dijo “éste no es tu número, te acabo de marcar”. “Maldición” pensé. Amablemente me lo volvió a pedir y esta vez le tuve que dar el ...