Por unas copas de más de mi sobrino
Fecha: 03/01/2018,
Categorías:
Incesto
Sexo con Maduras
Autor: Erospopuli, Fuente: CuentoRelatos
Cuando mi sobrino vino a casa para pasar las fiestas de Navidad en nuestro pueblo, no podía imaginar ni en sueños que pudiera pasar lo que ocurrió entre nosotros. Juanito es un buen mozo de veintidós años que hizo en el verano pasado una buena pandilla de amigotes en nuestra urbanización, por eso y porque está un poco consentido al ser hijo único, mi hermana no puso reparos a la posibilidad de que pasara la Nochevieja en nuestra familia, entre montañas nevadas. Yo por mi parte tengo 49 años, un poco fondona, felizmente casada y sin hijos ya que aunque lo intentamos en la juventud, estos no vinieron. Mi marido trabaja por las noches por lo que la historia que sucedió aquella noche pudo terminar aproximadamente de la forma que narro a continuación: Era ya muy tarde, sobre las nueve de la noche del 28 de diciembre, cuando los amigos de mi sobrino me lo trajeron a casa con una borrachera de espanto. Lo pasaron a su habitación y lo dejaron tendido en la cama, ellos tampoco iban mal servidos de vino y licor, por ello y después de agradecerles la entrega del paquete y aconsejarles que tuvieran cuidado con el coche, les despedí diciéndoles que yo me encargaría de cuidar a mi sobrino. Le preparé un café con leche y después de hacérselo tragar entre sus improperios, le comencé a desnudar para meterle en la cama manejándole a duras penas ya que mi sobrino es muy grandote. El muy borrachín no paraba de manosearme con los ojos turbios y medio cerrados, tocándome y diciéndome cosas ...
... algunas ininteligibles y otras del tipo: - ¡Tengo que tirarme a la María; pero ella no quiere...! ¡Encima se morrea y se da la paliza con otro...! Cuando le quité los pantalones, él se bajó los calzoncillos y empezó a tocarse la minga diciendo: -María, mira todo lo que te voy a meter en tu chuminete. Seguro que la tengo más gorda que el gilipollas de Luis. Para entonces y con un gran corte por mi parte, él se había quitado los calzoncillos descubriendo sus vergüenzas envueltas en una negra pelambrera. El muy guarro me cogió la mano y la puso en su cosa medio flácida pero morcillona. Quise retirarla pero sus gemidos y mi corazón acelerado lo impidieron. No sé cómo empecé a meneársela mientras él con los ojos cerrados y beodo perdido me susurraba: -María, llévala suavemente de atrás hacia delante... Ya verás qué líquido sale... Se alargó bastante la manola por los efectos del alcohol, yo no paraba de meneársela pero no se empalmaba aunque se movía lujuriosamente. Le senté en el borde de la cama, pero se cayó de espaldas empujándome con él. Sin saber cómo llegué a tanto, me metí su morcilla en la boca. Me notaba tan mojada como en mis mejores años, dándome saltitos la cueva de follar. Seguí chupando ruidosamente, con ansia, hasta que a Juanito se le empezó a empinar sin decir nada, sólo suspiraba. Cuando estaba en su punto me la saqué de la boca y me quedé atónita. ¡Qué estaca tenía el muy ladrón! Desde luego mucho más grande y gorda que la de mi marido. Yo me encontraba que no podía ...