1. Ana (9)


    Fecha: 06/01/2018, Categorías: No Consentido Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... había hecho nada. Quería a Facundo, pero era muy inocente, y aunque era bueno con ella, esa bondad se sustentaba en su ingenuidad. Pensó en llamarlo, pero decidió no hacerlo. A diferencia de Federico, él no merecía que lo lastime, así que por una vez se tragó su orgullo y aceptó el abandono. Ahora su único soldado leal era su sobrino Daniel. Pero no estaba tan segura de eso. Cuando algo salía mal en su vida, solía tener un efecto contagio en todos los demás aspectos de la misma. No le extrañaría que su sobrino le salga con alguna cosa rara, ni tampoco se sorprendería si de repente su vida laboral se veía afectada. Hace algunos meses se había hecho amiga de una de las nuevas músicas de una de las orquestas donde trabaja. La invitó a su casa. Comieron pasta, tomaron cerveza, y de postre helado de cereza y chocolate. Finalmente se quedaron horas charlado, hasta que Ana se animó a revelarle parte de la verdad. Le confesó su insaciable apetito sexual, y su inevitable tendencia a dejarse usar por los hombres. No le dijo lo que le sucedió con Federico porque estaba segura de que iba a insistirle en que haga la denuncia, y ella no quería saber nada de eso. Además, sabía que no tenía pruebas contra ellos. La chica se llamaba Micaela. Existe algún tipo de acuerdo tácito entre las personas, un imperativo social, una norma ética, o como quieran llamarla, que dice que las personas lindas se deben juntar con las lindas y los feos con los feos. Esto se puede explicar de mil maneras, ...
    ... pero no viene al caso. La cuestión es que Ana no parece escaparse de este cliché, y siendo una mujer tan hermosa como es, no podía tener como amiga a un bagayo cualquiera. Y Micaela estaba lejísimos de ser un bagayo. Si no se dedicaba a tocar el violín, bien podría dedicarse a modelar. Su cuerpo carecía de las curvas de vértigo del de Ana. Era más armónico, de una belleza más sutil. Su piel marrón era tan exquisita como la tez blanca de Ana. Su rostro parecía estar siempre sonriendo y sus ojos oscuros observaban todo con perspicacia. Su trasero, lindo para cualquier macho que la viera, quedaba un poco ensombrecido por el escultural culo de su amiga, pero sus piernas eran ya otra cosa: torneadas, sin imperfección visible, e interminables. El diminuto short y la remera musculosa que llevaba puesto dejaban mucha piel al descubierto y le daban una sensación de desnudez. Ana había encontrado una mujer que rivalizaba con su belleza, pero no podía evitar que le caiga bien, era muy dulce, sabía escuchar y decir las palabras justas, y también sabía sacarle sonrisas en los momentos más necesarios. Además, tenía una manera de expresarse físicamente que a Ana le encantaba. Cuando la saludaba le envolvía el rostro con las manos, y le daba un dulce beso en la mejilla. Y cuando conversaban animadamente su mano iba a posarse en las piernas de Ana de una forma muy natural, sin hacerla sentirse invadida. Y cuando la veía estresada le hacía masajes en el hombro, los cuales la relajaban. Estaban ...
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