Ana (9)
Fecha: 06/01/2018,
Categorías:
No Consentido
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... quedo acá conociendo un poco mejor a tu amiga. Te la tenías escondida eh. —Dijo, con la sonrisa libidinosa más asquerosa del mundo.— Además creo que me voy a quedar a desayunar. Me agarró mucha hambre de repente. Se produjo un momento de tensión extremadamente densa. Micaela se cruzó de brazos cubriéndose el pecho, en un gesto espontáneo, pero sus piernas seguían desnudas y Alberto no paraba de deleitarse con ellas. Ana no atinó a decir nada por un rato. No sabía de qué era capaz Alberto, y esa incertidumbre la aterrorizaba. — Ya vengo. —dijo por fin, y fue hasta su cuarto a juntar todo el dinero que tenía. Justo el día anterior había cobrado de varios alumnos, y había otro tanto para pagar cuentas, pero no le quedaba otra. Lo más importante era sacárselo de encima en ese momento. Ya vería más adelante cómo impediría que la siga extorsionando. — ¿De dónde conocés a Ana? —Preguntó Alberto a Micaela. Ella estaba sentada en el living, y ante la mirada intensa del tipo contrajo su cuerpo en una esquina, igual a como lo había hecho Ana hace unos momentos. — Tenemos un amigo en común. —le contestó. — Un amigo en común. —repitió Alberto, y fue a sentarse a su lado. Esta vez le miraba las piernas con descaro, y humedecía sus labios con la lengua. — Sí. Eso dije. —Dijo Micaela con sequedad. — ¿Y por casualidad se cogen a ese amigo en común? —inquirió él. — ¿qué? —se sobresaltó Micaela. — Tranquila, yo conozco a Anita y estoy seguro de que vos sabés muy bien lo puta que es. Y estoy ...
... igual de seguro de que vos también sos una puta que se acuesta con cualquiera. —le dijo, sin inmutarse en lo más mínimo. Acto seguido, acarició sus piernas desde las rodillas hasta el muslo. Micaela, estupefacta, sólo atinó a reaccionar cuando los dedos estiraban la tela del short, buscando desnudarla. — ¿Qué hacés? ¡Estás loco! —le gritó, y se apartó de él bruscamente, poniéndose de pie. Ana la escuchó desde su cuarto, pero no acudió inmediatamente. Se le había ocurrido una idea. Alberto cometió el error de dejarla sola, así que pediría auxilio. Debía decidirse entre llamar a su sobrino, o a su vecino desquiciado, porque si llamaba a ambos la situación se tornaría más compleja de lo que ya era. Debería dar demasiadas explicaciones. Finalmente se decidió por llamar a su vecino, ya que sería el que más rápido llegaría. Pero le daba ocupado, así que dejó un mensaje de voz. De todas formas intentó llamar de nuevo, pero ahora oyó otro grito, y esta vez era un grito de terror. — ¿Qué pasa? —dijo Ana, apareciendo en escena con el sobre lleno de dinero en su mano. Entonces vio atónita lo que sucedía. Alberto había sacado un facón y apoyaba el filo en el cuello de Micaela. — ¿Que hacés? ¡dejala en paz! Acá tengo lo que querías. —le tiró el sobre, el cual cayó a los pies del hombre.— agarralo y tomatelás de una vez. — De acá no me voy sin antes divertirme con ustedes zorritas. Finalmente lo que Ana temía estaba sucediendo. El hijo de puta no se iba a ir sin violar a ambas. Micaela ...