Ana (9)
Fecha: 06/01/2018,
Categorías:
No Consentido
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... lloraba y temblaba de miedo. A Ana se le estrujó el corazón. Su amiga no estaba acostumbrada a lidiar con situaciones tan violentas, pero ella sí, así que en un acto de amor y heroísmo dijo: — Dejala en paz. A mi podés haceme lo que quieras, pero a ella no la lastimes. Por favor, no la lastimes. —y para su sorpresa ella sintió sus propias lágrimas deslizándose por sus mejillas. Pero lo único que consiguió como respuesta fue una desagradable carcajada de Alberto. — No te hagas la dramática. A vos ya te conozco bien, sé lo fácil que sos. Pero ni sueñes que la putita de tu amiga se va a salvar. — Por favor, no me lastimes. —Rogó Micaela.— Por favor. — ¿vas a hacer lo que te diga? — No, por favor, no quiero que me violes. —dijo, con un llanto desesperado. Alberto presionó con más fuerza el filo del facón, y un hilo de sangre surgió de una fina abertura del cuello. — ¡Dejala infeliz! —ordenó Ana. — Vos quedate quieta, mirando cómo me cojo a tu amiga, o le rebano el pescuezo ¿entendiste? Ana titubeó, y finalmente optó por no interceder. No le quedaba otra. El desgraciado de Alberto tenía unos ojos de loco de atar, no le cabía duda de que cumpliría con su promesa. — Vos arrodíllate. —Ordenó a Micaela.— ¡Arrodillate carajo! —ella lo hizo a regañadientes. Alberto bajó el cierre de su bragueta. — ahora me vas a hacer el mejor pete de tu vida, si es que querés seguir viviendo. — Por favor, no me obligues, por favor. —rogaba la pobre chica. Con lágrimas y mocos en toda la cara. Ana no ...
... podía más de la angustia. Tenía ganas de gritarle a su amiga: ¡chupale la pija igual a como chupaste otras, no seas tonta! Pero sabía que no ayudaría en nada, porque Micaela no era como ella. De repente Micaela, a desgana, con miedo y asco, pero resignada, abrió la boca para recibir el miembro venoso de Alberto. Pareciera que escuchó los pensamientos de Ana, y se dispuso a chuparle la verga igual a como lo haría con cualquier otro. Lo agarró de la base del tronco, y chupeteó con maestría la parte superior. Las lágrimas seguían cayendo de sus ojos, pero no dejaba de chupar por nada del mundo. Quería hacerlo acabar lo antes posible. Se limpió los mocos con la mano, y siguió chupando. Ana se odió a sí misma cuando notó su excitación al ver esa chota viscosa entrar y salir de la boca de su amiga y amante. — Vos también vení acá. Zorra. —le ordenó Alberto. Ahora tenía la punta del facón apuntando la espalda de Micaela, mientras ella, arrodillada, se la mamaba. Cualquier movimiento en falso y podría atravesarle el corazón. Así que Ana obedeció, y se arrodilló al lado de Micaela. — Tranquila hermosa. Ya va a terminar. —le susurró al oído. Acto seguido comenzó a lamer las bolas del violador, mientras Micaela seguía mamando verga. — Así me gusta. Dos putas obedientes mamándomela. Si me viera Federico se pondría a llorar de los celos el pelotudo. Ana le arrebató la verga a Micaela, y ahora era ella quien se la llevó a la boca. Comenzó a chupar el glande y cuando Micaela intentó hacerlo ...