1. Ana (9)


    Fecha: 06/01/2018, Categorías: No Consentido Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... nueva erección. Agarro con una mano una nalga de Ana, y la separó lo más que pudo de la otra, dejando el orificio a la vista. Arrimó su sexo, y cuando el glande se apoyó sobre su agujero trasero, empujó despacio, haciendo que la parte superior de su verga se perdiera en las profundidades del trasero. Ana gimió. Federico seguía observando, y a pesar de que la erección aprisionada por los calzoncillos le producía dolor, no dio señales de querer unirse a la fiesta. Más bien estaba intrigado por saber hasta dónde sería capaz de entregarse Ana a dos desconocidos. Aunque ahora que veía nuevamente cómo otro hombre la penetraba por el culo, ya no le cabían dudas, y a pesar de estar disfrutando del espectáculo, no podía evitar sentirse decepcionado. ¿Cómo podía haber puesto en peligro su matrimonio por una mujer como ella? El rubio le perforaba el culo con vehemencia, ya lo había enterrado casi por completo, y sus bolas peludas chocaban con el culo de Ana cada vez que embestía. — Esta mina es un infierno. —exclamó, admirado por la resistencia que tenía Ana ante semejante culeada. Por fin llegó su segundo orgasmo. Sacó bruscamente su sexo de adentro de Ana, lo que le causó dolor a ella, y eyaculó en su espalda. — toda tuya Alberto. —dijo el rubio, dejando paso a su compañero.— es una experta, se nota que le hicieron el culo mil veces. —comentó, mirando a Federico, que ya se sentía como un marido cornudo. Al menos sé el nombre de uno de ellos, se dijo Ana, que había escuchado cuando el ...
    ... rubio nombraba al de rasgos aborígenes. Alberto se arrodilló a su espada (todavía tenía el rostro empapado) y apuntó al culo ya dilatado. Una vez que lo metió, apoyó una mano en el hombro de Ana, y con la otra la tomó del cabello. Entonces comenzó a dar estocadas cortas con su espada. La metía una y otra vez, y la verga salía y entraba con una facilidad impresionante. A pesar de ser un poco mayor, tenía la energía de un muchacho, y la cogía con fuerza. Ana no podía evitar largar gemidos de placer cada vez que sentía esa pija dura y deliciosa meterse adentro suyo. Se dio vuelta para mirar a Federico, mientras Alberto se ponía en cuclillas y comenzaba a darle embestidas aún más rápidas. El descendiente de aborígenes se convulsionó y quiso sacar su pija afuera, pero no había podido aguantar el orgasmo, por lo que acabó adentro. Ana quedó boca abajo. En silencio, esperando que Federico inicie su turno, pero eso nunca sucedió. El rubio se había ido al baño, y volvió con la pija limpia con olor a jabón líquido. Alberto lo imitó y ahora los dos se pararon, erectos, al lado del cuerpo exhausto de Ana. Ella giró. Abrió las piernas, y con los ojos cerrados recibió otra vez a los dos machos. Se la cogieron como quien se coge a una mujer dormida. Ana no emitía sonido, ni expresaba sentimiento, salvo cuando se la metían hasta el fondo con violencia. Se turnaron para penetrarla vaginalmente mientras el otro se la metía en la boca. Ella ya no chupaba, ya no participaba, solo se limitaba a ...
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