1. La licenciatura


    Fecha: 13/01/2018, Categorías: Grandes Series, BDSM Autor: GabrielledelD, Fuente: CuentoRelatos

    ... del jardín. - ¿Vamos? Salimos sin hacer ruido. Nuestra habitación daba al corredor del primer piso de una de las alas del castillo. La escalera nos condujo dos plantas más abajo directamente al distribuidor de entrada a las mazmorras. El conserje no podía vernos ni por asomo. Hilde abrió la puerta. Recorrimos el pasillo de las celdas solo iluminado por las luces de emergencia y llegamos a la sala de los suplicios. Hilde encendió las luces. Al entrar me dio el ahogo. No lo había vuelto a experimentar desde mi tarde con Laurita. Verme allí con ella, el dulce y apetitoso objeto de mis últimos deseos me movió el cuerpo. Medio intuí lo que iba a pasar. No me había traído por hacer turismo. Faltaba una incógnita: ¿cuál de las dos? ¿Y si era yo el objetivo? Mientras estos pensamientos se arremolinaban en mi mente Hilde se acercó a la pared y tocó los grilletes. Su cierre era muy fácil. Extendió sus brazos en cruz. - Perfecto. Ven, acércate, dijo. Cuando intenté acercarme las piernas casi no respondían. Por un momento pensé que iba a ser yo la víctima. La opresión de mi pecho aumentó. Pasaron unos minutos. Estábamos inmóviles mirándonos una a la otra. ¿Y... por qué no? Pensé. La atracción por lo desconocido me dio fuerzas. Cuando caminé hacia ella iba dispuesta, y con ganas, al sacrificio ¿o al placer? Me acordé de Laurita, de Santa Irene, de... ya no recuerdo. Me puse frente a ella. - ¿Qué vas a hacerme? Me miró con un gesto mitad incredulidad y mitad... ¿desprecio? - ¿Hacerte? ¿No ...
    ... eres tú la que quieres hacerme algo a mí desde la segunda noche? ¿Puedes decirme a que viene ese cinismo? - Perdona, balbuceé. Nuevamente me sentí llena de vergüenza. - Venga. Basta de charla, dijo mientras se despojaba de la sempiterna camiseta sin mangas. Quedó en sujetador. ¿Te importa quitarte el albornoz? Hice lo que me pidió. Ella hizo lo mismo con sus pantalones y sus bragas. Por último se desprendió del sostén. Se acercó a la pared y extendió los brazos, metiendo las muñecas en los grilletes. - Ponles el cierre. La tenía delante, desnuda, desafiante, como si dijera: a ver si te atreves. - Elige el látigo y cumple tus deseos: azótame. Quedé paralizada. No por lo que íbamos a hacer sino por ¿cómo coño había podido averiguar mis fantasías? No era consciente de haberme insinuado de ninguna manera, ni en ese aspecto ni en ningún otro. - Venga. ¿A qué esperas? No sé explicar el porqué, pero en esos momentos deseé ser yo el cuerpo desnudo que estaba engrillado, la piel destinataria del suplicio, y que fuera ella mi ama, la que disfrutara con mi tormento. Me sentí por primera vez en mi vida una sumisa, una esclava. Pero ya era tarde para discutirlo. Fui al armario y tomé una larga fusta. Me puse frente a ella, ligeramente ladeada y... le asesté un latigazo todo lo fuerte de que fui capaz. A sus pechos. No emitió sonido alguno. Solo hizo una ligera mueca de dolor. Estuve unos instantes inmóvil observando el surco rojizo del castigo. Volví a golpear. Otra vez a sus tetas. Otra ...
«12...4567»