La licenciatura
Fecha: 13/01/2018,
Categorías:
Grandes Series,
BDSM
Autor: GabrielledelD, Fuente: CuentoRelatos
... y otra. Todas al mismo sitio. Hilde sufría en silencio. Yo azotaba sus pechos una y otra vez. Ya gemía al quinto fustazo. Todavía dos más y los quejidos eran más evidentes. Paré tras un trallazo brutal a tomar aliento. Mientras recuperaba el resuello la miré. Su cara denotaba sufrimiento, desde luego pero también una extraña expresión, un atisbo de ¿complacencia? No sé qué me ocurrió. ¿La excitación del momento? ¿El íntimo deseo de ocupar su lugar? ¿Ver materializar mis fantasías? ¿Notar el brote y el olor de nuestros fluidos vaginales? De repente me hirvió la sangre. Retomé el castigo con una furia incontenible. Descargué de forma brutal e incontrolada latigazo tras latigazo sobre el cuerpo de Hilde. Estaba poseída, ebria de deseo de martirizarla. Paré por segunda vez, agotada. Las últimas convulsiones del orgasmo agitaban su cuerpo escarnecido. Se había corrido mientras la azotaba. Ofuscada, me asaltó una violenta náusea que hizo que saliera corriendo buscando un aseo. Recordaba haber visto uno junto a la entrada. Llegué con el tiempo justo para vomitar en el inodoro. Tuve que arrodillarme porque no podía tenerme en pie, totalmente mareada. No se cuánto tiempo pasé devolviendo. Cuando por fin pude incorporarme tuve que sentarme sobre la taza, agotada por el esfuerzo, el mareo y la excitación. Sudaba como una cerdita. Cerré los ojos recostándome sobre la pared. Recobrada la compostura miré a mi alrededor. Me quedé de piedra. Estaba en el lindo cuarto de baño de mi ...
... habitación. Me miré. Llevaba mi ropa íntima negra y mi albornoz colgaba de la percha. No recordaba haberlo recogido ¿Entonces? Entré en la habitación y vi a Hilde en su cama, en su sempiterna posición semifetal que ya conocía. Me senté en el lecho sin creerme lo que me estaba pasando. Entonces lo oí. Unos sollozos casi imperceptibles. Era Hilde. Me acerqué y encendí la luz de la mesilla. - Hilde, ¿qué te pasa? Vi su cuerpo desnudo, amoratado y surcado por todas partes por las huellas del látigo. Gemía de dolor. - Hilde, por favor, tenemos que buscar un médico. Dije suplicando, muerta de miedo. - No te preocupes, estoy bien. Vete a la cama. Contestó con voz firme y autoritaria. - Pero Hilde... - Déjame. Te he dicho que estoy bien. Apagué la luz y fui a mi lecho. No sabía qué hacer. Me invadió un inmenso, infinito cansancio. Me dejé llevar y me tumbé toda larga. Me dormí casi instantáneamente. Me despertó un suave zarandeo. - Es muy tarde. Despierta. Era Hilde. Miré el reloj. Las nueve pasadas. No había oído el teléfono interior avisando la hora. Ella estaba junto a mi cama. No me dejó abrir la boca: - Nunca, nunca dirás a nadie lo sucedido esta noche. Nunca ¿Me oyes? Prométemelo. Asentí con mi cabeza, incapaz de articular palabra. Dio media vuelta y salió de la habitación con su maleta. En el viaje de vuelta no nos pusimos juntas. Yo pensaba y pensaba en lo sucedido. Hubiera querido hacerle mil preguntas ¿Había sido todo un sueño? ¿Entonces, y las marcas del látigo? ¿Y por qué me había ...