Mi particular noche de bodas
Fecha: 29/01/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... deslizándose abajo por el interior de mis muslos. Me estuve corriendo durante largos minutos que me hicieron sentir tan exultante como jamás me había sentido. Aún no habían terminado los últimos estertores de mi orgasmo, cuando Eduardo, que había tenido que sujertar mis caderas para evitar que yo me cayese, aferrado a mi cintura comenzó a moverse fuera y dentro de mí, ensartando y extrayendo de mí la herramienta que tanto placer me había arrancado, y que poco antes había sido el juguete con el que había rellenado mi boca. Durante unos minutos sus acometidas fueron lentas, profundas y seguras, pero poco a poco fue aumentando el ritmo de sus empellones. Mi vagina recibió agradecida el gozoso ajetreo, y antes de que hubiese terminado de acallarse el brutal orgasmo anterior, ya estaba reaccionando de nuevo. Fui acoplando los movimientos de mi cadera al ritmo que Eduardo me imprimía desde atrás, moviendo el culo adelante y atrás a medida que él bombeaba, de manera que la punta de su polla conseguía rozar en cada ataque el cuello del útero, provocándome una arrebatadora sensación. Dentro de mi sexo las sensaciones eran iban diluyéndose desde el dolor que probocaba la profundidad de la penetración hasta convertirse en un placer contínuo casi indescriptible. Los embites de Eduardo se fueron haciendo más violentos a medida que nuestros gemidos se iban solapando. Sus manos iban y venían desde mi vientre hasta las tetas, que se bamboleaban fuertemente dentro de sus manos en cada ...
... embestida, para luego ir bajando a lo largo de mi vientre en busca del clítoris, tan erguido como el resto de mi cuerpo. Finalmente, los empellones se fueron haciendo más agónicos, anunciando el climax de Eduardo. Una fuerte acometida en la que me perforó hasta el fondo me hizo estremecer y chillar, lo que provocó una convulsión de la polla de Eduardo contra las paredes de mi sexo. Apreté con fuerza mi culo contra su pelvis, y comenzé a mover las caderas en círculos fírmemente apretado contra él. Eduardo lanzó un ronco rugido, y una riada de semen bañó mi interior. El calor del líquido provocó la contracción de todos mis músculos, y aprisionando su polla en mi interior con todas las fuerzas que me quedaban, me inundó el placer de otro fenomenal orgasmo, adornado de complacientes gemidos por mi parte y profundos ronquidos por la suya, en medio de un fantástico orgasmo simultáneo. Noté cómo su verga botaba espasmódicamente dentro de mí al tiempo que iban brotando riadas de cremoso manjar. Cuando los últimos vertidos de Eduardo terminaban de invadirme, este se derrumbó sobre mí. Hundió su cara en mi nuca, y besándome cubrió mis pechos con sus manos. Yo era feliz. Mantuve aprisionada en mi interior su verga hasta que se quedó reducida a un pequeño espantajo que ya nada tenía nada que ver con su explendor anterior. Eduardo salió de mí, se puso en pie, y me ayudo a levantarme, ya que mis piernas apenas lograban sostenerme. Me eché a su cuello, y nos besamos dulcemente. Él me tomó por el ...